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Javier Bragado
Domingo, 15 de marzo 2015, 00:24
La lucha olímpica le dio una medalla de bronce en 2012. La vida le regaló la felicidad con una hija en 2014. Su trabajo en el caserío ha fructificada en el rentable negocio de quesos. Pero Maider Unda (Vitoria, 2 de julio de 1977) no ... abandonó los tapices. Su reto es volver a competir. Su desafío es brillar contra las jóvenes en una categoría con más peso a la que le está costando adaptarse. «Estoy acostumbrada a ser más dominante. Ya no me siento dominante», confiesa con su franqueza habitual a la hora de mostrar su debilidad. «Ahora mis contrincantes ya tienen tres o cuatro kilos más que yo. Enfrente tengo una rival con más masa muscular y yo he perdido toda mi fuerza. La experiencia sólo me puede ayudar cuando estemos a la par de fuerza», explicaba antes de disputar el Campeonato de España de luchas olímpicas en Rivas-Vaciamadrid.
La culpa tiene un nombre: Iraide. Maider Unda apartó las exigencias del deporte durante 2014 para dar a luz y modificar su mentalidad. «La medalla ya pasó a la historia. Ahora mi vida es la niña. Ella es la prioridad y me ha hecho más ilusión porque es algo que no sabes hasta dónde llega», reconoce la alavesa con una sonrisa. En algún momento dudó. Desconocía si mantendría las ganas para volver a agarrarse a otra luchadora, la fuerza para tumbar a otra mujer y la voluntad para afrontar el dolor y el sacrificio de las sesiones de preparación. Sin embargo, sólo un mes después de dar a luz se presentó a los entrenamientos. «Si quieres competir tienes que sacrificar muchas cosas. Compensa, así que se hace como se puede», explica. «Todavía tengo mucho por decir. No he llegado al momento más alto de mi vida. Puedo llegar a más», se reclama en voz alta la luchadora que ahora se ve inferior sin iniciativa.
Tomada la decisión, el resto del camino no tiene paradas. «Ya no tengo mucho tiempo para pensar. El Mundial es en septiembre y hay que estar al cien po cien. Además, el cambio de categoría no me ha beneficiado porque tengo que coger ese peso real y no lo tengo», anticipa sobre sus obstáculos deportivos. La categoría de menos de 72 kilogramos ha desaparecido y Maider Unda optó por ascender a la de 75 kilos. «Me está costando llegar, sobre todo a la competición y por el formato nuevo. Me cuesta simplemente ponerme en un tapiz y ser competitiva», admite.
Maider Unda es deportista y trabajadora desde que tiene uso de razón. No recuerda un momento sin compaginar el tapiz con el cuidado de las ovejas y otras labores caseras. De hecho, lo agradece «Desde muy pequeña me han enseñado lo que significa el esfuerzo. Para mí no ha supuesto un gran sacrificio el esforzarme todos los días, el entrenar, el madrugar. Son cosas que me han dado desde pequeña, así que las valoro ahora porque para mí son naturales», explica.
En su nueva y atareada vida la pelea por tumbar a una adversaria sigue ocupando un lugar central. «La lucha me ha formado como persona, me ha dado una vida paralela a la deportiva. He crecido, he sabido pasar momentos complicados con la lucha. Eso me ha hecho ser más fuerte como persona. Es algo que se aplica directamente a la vida. Los momentos de superación, los felices... Sabes que lo mismo que hay en el deporte hay en la vida», recita como filosofía personal. Sin embargo, aprovecha la ocasión para retirar el prejuicio de que es una actividad solitaria «No lo veo tan individual o personal. Soy yo la que estoy ahí pero tengo a mi equipo, que me está sujetando en la base».
La alavesa conserva sus obligaciones con el queso que elaboran en su caserío con la colaboración familiar, adapta su cuerpo de madre y cuida a su hija al regresar a casa. «La niña, el trabajo y la lucha. No tengo más vida». «Cada cosa tiene su reconocimiento porque lo más bonito es cuando todo el mundo me felicita por lo que he conseguido y también en el trabajo cuando saco un buen queso», tercia a la hora de elegir si la mayor satisfacción procede del deporte o de su caserío. No obstante, reconoce que todavía se sorprende cuando la reconocen en la calle y saborea su aportación para que su deporte sea más popular. «Me gusta que se conozca que la lucha no somos cuatro y el del tambor, que no hacemos las cosas de cualquier manera y que lo que hemos conseguido es con trabajo detrás de personas, de gente que hace más trabajo de atrás. Yo he conseguido la medalla pero hay gente que se queda escondida», reclama.
Junto a su entrenador Luis Crespo, Maider Unda sigue una línea casi autodidacta. «Está claro que para hacer el trabajo que hemos hecho hay que ir experimentando para saber qué funciona porque no tenemos nada escrito, nada de catálogo, porque la lucha en España no tiene base. Los pasos hay que darlos muy en cortito. Cada día das un pasito y vas viendo si funciona o no funciona», repasa quien probó en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid pero alcanzó mejores resultados al regresar a casa. En su camino hacia el Mundial de Las Vegas su primer momento clave ha sido el evento celebrado en Rivas-Vaciamadrid. «El Campeonato de España es un torneo con rivales que antes eran júnior, van subiendo y yo estoy como estoy», valoró antes de saltar al tapiz del Cerro del Telégrafo. «Es un paso que tengo que dar. Es importante para mí porque aquí será más fácil quitar los miedos», avanzó antes de conquistar por decimoquinta vez el torneo.
Superado el primer listón, en los próximos cinco meses la primera medalla olímpica española en lucha prefiere pensar en el Mundial de Nevada. Los Juegos Olímpicos están demasiado lejanos en el tiempo y en sus aspiraciones. De hecho, no clasificarse para Río de Janeiro no sería traumático. «¿Un fracaso? Para nada. El hecho de haber vuelto a competir ya es un reto superado. Para mí es dar pasos adelante y ya se verá», concede. De momento, no hablará con Iraide de sus progresos, pero Maider Unda ya tiene claro que cuando su hija crezca le enseñará lo que aprendió durante su época de luchadora de élite: «En la vida las cosas que cuestan se valoran y vale la pena sacrificarse porque los éxitos llegan».
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