Una Super Bowl a la sombra del 'Deflategate'

Hay que remontarse, por tanto, hasta el 1 de febrero de 2004, para datar la última elección de Brady como jugador más valioso de la Super Bowl. Once largos años en los que ha tenido que soportar que le recordasen una y otra vez lo cerca que estaba de encabezar los libros de historia de este deporte. Once temporadas que culminaron en blanco mientras el número 12 de los Patriots se aproximaba al inevitable ocaso de su carrera.

A sus 37 años, Brady se ve obligado a lidiar con jóvenes 'quarterbacks' llamados a marcar una nueva época como Colin Kaepernick o Russell Wilson. Montana sólo tenía uno más cuando se retiró. Y entre quienes comandan actualmente las operaciones en la NFL únicamente Peyton Manning (Denver Broncos) le supera en veteranía.

Cielo o averno

Brady tiene contrato para tres años más. Pero el tiempo se le agota a quien siempre se miró en el espejo de Montana. De lo que suceda este domingo en el partido que los Patriots disputarán ante los Seattle Seahawks en el estadio de la Universidad de Phoenix dependerá probablemente el juicio que se haga de su carrera. Una victoria le abriría las puertas del Olimpo. Una derrota le condenaría al averno. Y, como sucediese en 2008, llega al momento de la verdad sacudido por la polémica.

Si la XLII Superbowl vino precedida del 'Spygate', el escándalo surgido a raíz de la revelación de que los Patriots habían grabado las señales defensivas de los New York Jets durante un partido de la temporada regular, la final de este domingo, que como aquella se disputará en Arizona, estará marcada por el huracán conocido como 'Deflategate'. Mismo escenario e idénticos protagonistas. Una vez más, Bill Belichick, técnico de los de Nueva Inglaterra, se sitúa en el centro de la tormenta, desatada después de que un canal de televisión de Indianápolis revelase que los balones ovalados empleados en el partido contra los Colts, que selló el pase de los Patriots a la final, pesaban menos de lo reglamentado. Una estratagema que habría beneficiado al conjunto local al facilitar su lanzamiento y recepción en condiciones meteorológicas adversas como las que se dieron durante el choque en el Gillette Stadium.

Brady ha tratado de desmarcarse de la polémica, aduciendo desconocer qué ocurrió con los balones y enfatizando que todas sus energías las reserva para derrotar a los Seattle Seahawks. Pero sus palabras no se han traducido sino en argumentos para quienes se empeñan en catalogarle de villano. Otros, por el contrario, siguen adorándole como a un dios. Con él, como con otros grandes del deporte, no valen las medias tintas. Se le quiere o se le odia, pero el esposo de la modelo Gisele Bündchen no deja a nadie indiferente. Y de su mano depende, en buena medida, que unos u otros canten victoria.

Revancha

Claro que también tendrán bastante que decir al respecto los Seahawks. Vigente campeón de la NFL, el conjunto que entrena Pete Carroll aspira a levantar su segundo Trofeo Vince Lombardi. De conseguirlo, serían los primeros en encadenar dos títulos desde que los Patriots lo hiciesen en 2004 y 2005. Y para lograrlo deberán encomendarse a la misma línea que les permitió dar la campanada el año pasado ante los Denver Broncos, la defensa.

Es esta faceta del juego la que ha permitido al técnico californiano, que precedió a Belichick en el banquillo de los Patriots, armar un equipo campeón. Richard Sherman, Earl Thomas y Kam Chancellor, uno de los pocos capaces de medirse cuerpo a cuerpo con la otra gran arma ofensiva de los Patriots, el tight end Rob Gronkowski, conforman la espina dorsal de un conjunto que le endosó un humillante 43-8 a los Broncos de Peyton Manning en la XLVIII Super Bowl. Jugadores aguerridos como pocos, son el resultado del ojo clínico de Carroll con los jóvenes talentos. Como Bobby Wagner, Bruce Irvin o Byron Maxwell, otros de los estiletes de un equipo cuyas operaciones ofensivas dirige un Russell Wilson al que le bastaron un par de temporadas para aupar a los Seahawks a lo más alto. Y sin olvidar a Jermaine Kearse, el receptor que anotó el touchdown que selló el pase de los de Seattle tras una extraordinaria remontada ante los Green Bay Packers en la final de la Conferencia Nacional (NFC).

Una jugada que permitió -sin menospreciar la importancia del 'deflategate'-, la final vaticinada por muchos analistas. El ataque más poderoso de la NFL contra la mejor defensa. La experiencia de Brady frente a la pujanza de Wilson. Las artimañas de Belichick ante las ganas de revancha de Carroll. Todo eso, y mucho más, entrará en juego este domingo cuando comience a circular el balón ovalado. Las apuestas permanecen muy igualadas y lo único claro es que el espectáculo está asegurado.