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Los ochomiles han pasado de ser un circo, que también, al escenario más alto de esa pasarela de las vanidades que son las redes sociales. Salvo honrosas excepciones, los auténticos alpinistas y sus valores han sido sustituidos por turistas de alta montaña que solo buscan ... el selfi de la cumbre para colgarlo en Instagram. Una opción absolutamente respetable si no fuera porque esa foto cimera para sumar miles de 'me gusta' lo justifica todo. Y nada bueno.
El caso de Muhammad Hassan en el K2 este verano llevó a las primeras páginas de todo el mundo este nuevo himalayismo en el que el egoísmo y las ansias de gloria pasan por encima de la propia vida humana. Este porteador de altura paquistaní (conocidos en su país como HAP, por sus siglas en inglés), agonizó durante horas tras sufrir un accidente a más de ochomil metros mientras a su lado pasaba casi un centenar de clientes y sherpas camino de la cima sin hacerle el más mínimo caso.
El de Muhammad Hassan ha sido el más grave, pero no el único. Desde que las expediciones comerciales se han generalizado en los ochomiles de Pakistán, los casos de abandono de porteadores a gran altitud han comenzado a aflorar cada vez con más frecuencia. Es el resultado de unir a unos clientes sin cultura alpinística y ciegos por hacer cima y unas agencias con pocos escrúpulos que dotan a sus porteadores de equipo insuficiente, aunque va incluido en las tarifas que cobran a los clientes.
Esta combinación potencialmente letal la sufrió el 15 de julio en el Broad Peak Murtaza Ghulam Sadpara, un joven HAP de 24 años casado y con dos hijos de 3 y 5 años por cuyas venas corre la alta montaña. Es sobrino de Ali Sadpara, el escalador paquistaní que en 2016 logró junto con Alex Txikon la primera invernal al Nanga Parbat. Empezó a portear en 2021 tras la muerte de su tío y ya suma un ochomil en su palmarés (G-1).
Aquel fatídico sábado, Murtaza acompañaba a los clientes mexicanos Sebastián Arizpe y Max Álvarez hacia la cumbre del duodécimo ochomil (8.047 m). Cargaba para ellos con dos bombonas de oxígeno, aunque él subía a pleno pulmón porque «cuestan mucho» y la agencia para la que trabaja no le había facilitado una para uso personal. Tras más de diez horas de ascensión, cuando estaban a ochomil metros ya en la cresta cimera, un súbito cambio de tiempo les obligó a permanecer parados durante cerca de una hora.
Fue la sentencia para Murtaza. Sus guantes, de una calidad impropia para esas altitudes extremas, se habían mojado y calaron hasta las manos. El frío y el agotamiento hicieron el resto. Sus dedos empezaron a congelarse rápidamente. Cuando sus clientes vieron que en ese estado no podía seguir, cogieron las bombonas de oxigeno y continuaron hacia la cima, dejando al porteador a su suerte.
Lo que sucedió a continuación le salvó la vida. Un 'ángel de la guarda', el austriaco Lukas Wörle, que también intentaba la cima ese día, surgió de la niebla. «Escuché a alguien gemir en voz baja y vi que Murtaza sufría un dolor intenso, su condición mental también era muy mala y había olvidado su nombre, mientras que sus dedos también estaban gravemente afectados» relató Woerle al periódico local 'The News International'.
El alpinista austriaco abortó su ataque a cima y ayudó a Murtaza a bajar al campo 3 en medio de la niebla, rescate al que se sumó el estadounidense Dan Buonome. Llegaron a las tiendas anocheciendo gracias al guía Stefan Fritsche, que salió en su busca tras la alerta lanzada por el equipo del campo base del austriaco. «Nadie más nos ayudó», explicó a ExplorerWeb. Ya en el campo base, Murtaza fue trasladado a Skardu en helicóptero. «No habría sobrevivido sin su ayuda. Les debo la vida», explicaría mas tarde.
Pero una vez en el hospital de Skardu, su calvario no hizo más que comenzar. Aparte del sueldo estipulado, Blue Sky, la agencia para la que trabajaba, le pagó 50.000 rupias (150 euros) en concepto de ayuda para los gastos médicos y se desentendió de él. Y en el hospital le dijeron que no tenían medios para curarle las congelaciones y que la única solución era amputar. Él se negó y tras casi dos meses viendo como el estado de sus dedos no hacían más que empeorar, su familia decidió contactar con Alex Txikon en busca de ayuda.
El vizcaíno, en colaboración con el cocinero paquistaní Isahq Muhammad, afincado en Bizkaia desde hace una década, no lo dudó y tras semanas de gestiones diplomáticas Murtaza aterrizó el domingo en Loiu y el lunes recibía las primeras atenciones en el Hospital de Cruces. Pero el joven paquistaní no podrá evitar sus peores presagios, cuando nada más llegar a Bilbao sollozaba en su baltí natal «como voy a mantener a mis hijos si me cortan los dedos».
Alex Txikon e Isahq Muhammad, amigos inseparables desde que el paquistaní ejerciera de cocinero en las primeras expediciones invernales del vizcaíno, han abierto una campaña de 'crowdfunding' para sufragar los gastos del viaje y estancia de Murtaza Sadpara a Bilbao, que de momento ha pagado Txikon. La cuenta en la que se pueden hacer los donativos es ES18 2100 4979 8507 0000 0711 (Caixa Bank). Isahq no olvida a las personas que han hecho posible la llegada de su compatriota a Bilbao «como Nissar Abbas, Sayed Sadpara (hijo de Ali Sadpara), el Dr. Hassan Rana, José Antonio de Ory Peral (embajador de España en Pakistan), el alpinista Louis Rosseau y Eneko Garamendi».
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