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En una jornada por fin pródiga en medallas para la delegación española, Pau Echaniz (San Sebastián, 2001) consiguió la más sorprendente, la que no entraba ni en los pronósticos más optimistas. Ya había hecho bastante con meterse por los pelos en la final de su ... disciplina, el eslalon de K-1, pero una vez en la línea de salida, sin presión alguna y con el entusiasmo de los veinteañeros, Pau se dedicó a disfrutar del agua y a descender por el canal a una velocidad endiablada, sin cometer errores, en un recorrido que parecía trazado en sueños. Frenó el cronómetro en 86.87 segundos y hubiera sido campeón olímpico si no le llegan a penalizar con dos segundos por rozar levemente la puerta 19 con la parte superior del hombro derecho. La medalla de bronce le supo, en cualquier caso, a caramelo inesperado.
El hilo familiar que une a Maialen Chourraut, la reina de la disciplina, con Pau Echaniz permite contemplar París 2024 como el escenario de un trasvase prometedor: la triple medallista olímpica va alejándose poco a poco de los canales, pero antes de irse designa como heredero al hijo de su pareja y entrenador, Xavier. Los Chourraut-Echaniz han marcado la historia del piragüismo en aguas bravas en España y se disponen a seguir haciéndolo con su relevo natural, como si de una empresa familiar se tratase. Pau nació de una relación anterior de Xavier y pasó su infancia entre ríos y canales, con una canoa en el brazo, y pronto comprendió que este era también su mundo.
Echaniz, que ocupa el puesto número 30 en el ranking mundial, se había clasificado como el último de los doce finalistas. El tiempo que marcó en semifinales (96,11) estaba muy lejos del que había obtenido el británico Joseph Clarke, que había conseguido la mejor marca con 89,51 segundos. Por el canal de Vaires-sur-Marne, Pau descendió el primero, sin conocer las referencias de ningún rival y sin que nadie contara con él para el festín de las medallas. No le importó. Se lanzó decidido a por las 23 puertas del trayecto, con un desnivel de 3,6 metros.
🔥 ¡Qué tiempazo, Pau!
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) August 1, 2024
🇪🇸 𝐄𝐜𝐡𝐚𝐧𝐢𝐳 hace su bajada en la final de K1 eslalon en 88.87, ahora hay que esperar al resto
💪🏻 Vamos a creer@Paris2024 | #Paris2024 pic.twitter.com/bnIujAMhM1
Tras un recorrido impecable, apenas manchado por ese toque en la decimonovena puerta, Echaniz llegó a la meta furibundo, como impulsado por un motor interior. Entonces golpeó el agua, gritó de rabia y alzó las palas. Sabía que lo había hecho bien, incluso muy bien, aunque quizá no fuera aún consciente de que había firmado un tiempo de podio. Cuando sus rivales fueron bajando los 210 metros de aguas agitadas, se vio que la marca del palista guipuzcoano podía reportarle una medalla. Solo el italiano Giovanni de Genaro (88,22) y el francés Titouan Castrick (88,42) lograron superarlo por unas décimas. El checo Jiri Prskavek y el eslovaco Jakub Grigar, campeón y subcampeón en Tokio, quedaron por debajo del deportista vasco y se tuvieron que conformar con un diploma olímpico.
De camino a la ceremonia de podio, Pau Echaniz no paraba de sonreír y de alzar el puño. Ya con el metal en la mano, Pau pudo escaparse de las rigideces del protocolo para fundirse en un abrazo estrecho con su equipo y su familia. Su padre lo acariciaba y su hermana Ane le hundía la cabeza en el pecho mientras Maialen le señalaba con el dedo, feliz, como si en efecto lo proclamara sucesor. «Es el mejor momento de vida; el sueño que tenía desde pequeño», decía Pau. Se trata de la cuarta medalla española en esta disciplina y la primera en categoría masculina. Las tres anteriores se las había llevado a casa su madrastra en los Juegos Olímpicos precedentes: Londres 2012 (bronce), Río 2016 (oro) y Tokio 2020 (plata). La saga continúa.
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