Simone Biles, entrenando en Bercy Arena en París AFP
Paris 2024

Simone Biles, de vuelta al lugar del vértigo

La gimnasta reta a su propio legado tras su baja por salud mental en Tokio 2020

Laura Marta

Enviada especial a París

Domingo, 28 de julio 2024, 00:37

Fue un apagón, los 'twisties', un fundido en negro de su cabeza durante un salto. No, no era capaz de hacer lo que había planeado, lo que había entrenado, lo que había hecho miles de veces. Los focos de Tokio, y sus demonios interiores, que ... van muy relacionados, le hicieron perder el sentido de la orientación susurrándole en pleno vuelo que no podía saltar más que nadie, con más giros que nadie, con más dificultad que nadie. Esta vez no. Y Simone Biles no saltó a lo Simone Biles.

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La explicación física de aquellos errores y aquel ejercicio tan poco Biles fue que no encontraba las referencias espacio temporales que necesitaba para asegurar no ya un buen salto sino su propia integridad. La explicación mental es que algo se había cruzado en esa conexión cuerpo-mente que en gimnasia artística tiene que ser férrea hasta el extremo, sin dejar ni un milímetro para que entre cualquier tipo de inseguridad. Y Biles las tenía todas. Era la estrella de los Juegos de Tokio por todo lo que ya había sido: cuatro oros en Río 2016 (suelo, saltos, equipo y concurso individual), figura trascendental dentro y fuera de los aparatos, la figura internacional que todo el mundo admiraba y deseaba ver en esplendor. Pero tanta luz acabó por deslumbrarla.

Una vez con los pies en el suelo, lideró otra revolución: que se hablara de la presión interna y externa provocada por las expectativas y que provoca a su vez en la mente un cortocircuito que impide incluso respirar. «Lo siento. Sé que decepcioné a algunas personas. No tengo ningún problema en admitirlo, pero soy un ser humano. Tenemos que proteger la mente y nuestros cuerpos y no salir como si nada y hacer lo que el mundo quiere que hagamos», llegó a expresar la estadounidense. Los demonios, a los que se refería con frecuencia esos días en los que hubo cambio de guardia en el podio de artística (oro para las rusas), se acumularon en el día a día, con aquel juicio Larry Nassar, el entrenador que abusó de tantas compañeras, y con las secuelas de una pandemia de por medio. No, no podía simplemente salir a hacer un ejercicio contra la gravedad que sorprendiera y aplaudiera el mundo cuando el mundo lo llevaba ella sobre los hombros.

Recuperó parte de la sonrisa en aquel Tokio extraño y revelador con un bronce en la barra de equilibrios, además de la plata que su equipo consiguió sin ella. Y entonces, el apagón fue premeditado, necesario, su decisión. Adiós a la gimnasia durante mucho tiempo para sanar las heridas que no pueden curarse con tiritas. Incluso se especuló con su retirada de los escenarios.

Sin embargo, el problema no era la gimnasia, así que por qué renunciar a ella. Y 730 días después de bajar a la tierra, volvió a encender la Luna. En octubre de 2023, Simone Biles simplemente saltó a lo Simone Biles. Cuatro oros (equipo, suelo, barra de equilibrio, concurso individual) y una plata (salto) en un Mundial que la catapultaba de nuevo hacia estos Juegos que quiere hacer suyos.

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Como son 23 oros mundiales y cinco saltos con su apellido y de los que pocos gimnastas, chicos o chicas, se atreven a ejecutar. Biles, relajada y sonriente estos días de preparación en el Arena Bercy, los ha clavado en los entrenamientos con la facilidad con la que siempre los ha resuelto, y que son absolutos enigmas para el resto de los mortales. «En gimnasia está Simone Biles y el resto. Su capacidad, su potencial y sus condiciones le hacen ser extraordinaria. No habrá nadie que alcance nunca su nivel. Es ella y el resto ahora mismo», reconoce Lucía Guisado, seleccionadora del equipo nacional. Masa muscular exacta, un centro de gravedad más bajo para equilibrarse mejor, una técnica milimetrada para que el cuerpo acompañe a lo que quiere la cabeza, una estructura biomecánica estudiada para este deporte, miles de horas de entrenamiento y una valentía para ejecutar unos movimientos que, si no están diseñados con escuadra y cartabón, pueden llevar más allá del peligro de una lesión. En su ejercicio de potro llega a alcanzar los 25 kilómetros por hora en la carrera y los tres metros de altura, en los que está boca abajo, con la dificultad de encontrar el centro de referencia que la haga caer sin hacerse daño, mucho daño. Lo que evitó, con renuncia a unas medallas que el mundo consideraba suyas, en la última cita olímpica.

Esta Biles de 2024 que comienza este domingo su aventura olímpica es la de 142 centímetros, como en Río y en Tokio, pero con 27 años, más madura que la que deslumbró en 2016, y la que quedó deslumbrada en 2020; la que reta su propio legado: «Nadie me obliga a hacerlo. Me levanto todos los días y elijo trabajar en el gimnasio y rendir solo para recordarme a mí misma que todavía puedo hacerlo. Ese es mi por qué». Simone Biles contra Simone Biles.

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