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PIO GARCÍA
Miércoles, 21 de julio 2021, 09:23
Si por los organizadores fuera, los atletas vivirían en Tokio envueltos en papel de celofán, aislados y ocultos en cuevas de las que solo saldrían para competir. El miedo a los contagios y los casos positivos que ya se están registrando en la villa olímpica ... hace que las autoridades vean con malos ojos actitudes que en otros Juegos eran incluso fomentadas. La necesidad de distancia social ha mandado al garete la antigua confraternización entre delegaciones y deportistas, de los que ahora se espera un comportamiento frío y distante, poco expansivo.
En esta cruzada sanitaria, el sexo se ha convertido en un peligro acuciante. En los Juegos de Seúl, en 1988, se inició la costumbre de repartir condones entre los participantes para que dieran rienda suelta a sus pasiones sin comprometer ni su salud ni su futuro. La tradicional entrega de 150.000 preservativos se verificará también en Tokio como «forma de concienciar contra el peligro del VIH», pero los deportistas solo los recibirán cuando se vayan del país. Mientras estén en Japón se espera de ellos un comportamiento monacal. Las normas exigen explícitamente evitar «cualquier contacto físico innecesario».
Esta obsesión por limitar al máximo la lujuria, sin embargo, tiene poco que ver con la calidad de las camas de la villa olímpica. Hace unos días saltó la noticia de que la organización había instalado «camas antisexo», hechas de cartón, que no soportaban más de 200 kilos de peso. Fue un corredor de fondo americano, Paul Chelimo, quien advirtió en su cuenta de Twitter que las camas pretendían «evitar la intimidad entre los atletas». Chelimo, un tipo menudo y filiforme, que no llega a los 60 kilos, reconocía que en esos lechos podían apañarse bien cuatro como él, pero eso no impidió que su ocurrencia se propalara por la red y adquiriera el rango de noticia de impacto.
En realidad, las 18.000 camas instaladas en la villa olímpica se encargaron antes de comenzara la pandemia. Según la empresa que las fabrica, la japonesa Airweave, el material elegido, el cartón, no solo puede llegar a ser más resistente que la madera o el acero, sino que además es recicable. Para desmontar la patraña de las camas 'antisexo', un gimnasta irlandes, Rhys McClenaghan, colgó un breve vídeo en Twitter saltando alegremente sobre su colchón mientras clamaba contra este ejemplo de 'fake news'. La propia organización le agradeció que en trece segundos hubiera «acabado con el mito».
No obstante, aunque las camas de la villa olímpica, como ha demostrado McClenaghan, están preparadas para resistir lo que haga falta, el mensaje no cambia: Tokio 2020 quiere que estos sean unos Juegos sin sexo.
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