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Amador Gómez
Lunes, 22 de agosto 2016, 19:26
No han sido unos «grandes» Juegos, como auguraba el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, que una vez celebrados los califica de «diferentes». Sin embargo, la organización tampoco ha sido un desastre, como la de Atlanta-96. Río 2016 los ha superado con ... un aprobado raspado. Como era previsible, los Juegos Olímpicos de Río no han respondido al nivel exigido, entre otros motivos, por la grave crisis económica que afecta a Brasil.
Han sido unos Juegos de 'bajo coste' que han empequeñecido el mayor evento deportivo del planeta. Gran parte de la culpa la tiene el Comité Olímpico Internacional (COI), por despreciar el proyecto de concentración y proximidad de Madrid, que tiene prácticamente todo hecho, y apostar por una ciudad inmensa y por una candidatura a la que le ha faltado, además de dinero, tiempo y dedicación para acabar las infraestructuras. Al menos Río ha ido corrigiendo sus errores sobre la marcha para mejorar y evitar el caos y los voluntarios brasileños han puesto la mejor de sus intenciones.
Los grandes temores estaban en la seguridad, que ha sido excelente, la contaminación de la aguas, de las que no se han vuelto a escuchar quejas, y el zika, que afortunadamente remite durante el invierno brasileño. Los mayores problemas han sido el transporte, la comida y la pobre asistencia de público, ocho años después de los mejores Juegos de la historia, los de Pekín 2008, que también tuvo un Parque Olímpico 'bunkerizado' contra el terrorismo, alejado de la vida del centro de la ciudad.
1.- Transporte
Con tan largas distancias, el desconocimiento del recorrido de gran parte de los conductores de autobuses, sobre todo al principio -también ocurrió en Barcelona-92-, y algunos descontroles de horarios, para muchos ha sido un calvario. No sólo para periodistas, sino también para atletas, obligados a esperar durante un largo tiempo en las paradas antes o después de sus competiciones. Varios autobuses se perdieron y otros debieron dar vueltas excesivas, por seguridad, para llegar a su destino, especialmente al Parque Olímpico. El COI debió exigir que se construyese ahí el Estadio Olímpico, y no que se encuentre a 20 kilómetros del centro neurálgico deportivo. Sin el metro terminado, porque no se llegó a tiempo, se fueron sin embargo reforzando las líneas de autobuses y el carril olímpico funcionó bastante bien para lo que es el tráfico en Río, donde un desplazamiento en taxi es una aventura turística sin fin. Y en ocasiones muy peligrosa.
2.- Comida
En los 'Juegos del hambre' ha sido escasa, de mala calidad y cara, en las sedes de la competiciones, para periodistas y aficionados. En la Villa Olímpica los deportistas han destacado que estaba «bastante bien», aunque había cola de atletas en el McDonald's. También larguísimas esperas en el comedor del Centro Principal de Prensa, y en las instalaciones deportivas para comprar lo poco que se vendía: hamburguesas, perritos, pizzas, mal llamados sandwiches de pollo... Si había suerte, porque en ocasiones apenas había qué comer y los espectadores tenían que conformarse con patatas chips o algún dulce. Y sin apenas trabajadores. Una caja, y gracias, para pagar antes de recoger.
3.- Público
Con los excesivos precios impuestos por el Comité Organizador y el COI, uno de cuyos miembros fue detenido por implicación en la 'mafia de las entradas', ha habido muy pocos espectadores en las competiciones. La final de baloncesto masculino y el concurso completo de gimnasia femenina eran de «alta demanda» para la prensa, pero ni siquiera los aficionados llenaron esos recintos. En el atletismo, gran parte del público sólo quería ver a Usain Bolt y abandonaba. Demasiadas competiciones han tenido muchísimos asientos vacíos en las gradas, en teoría numerados, aunque en algunas sedes, como la del judo, se permitía ocupar el sitio que diese la gana. Y también ha habido casos en los que los brasileños han abucheado y silbado a los rivales, destrozando el llamado 'espíritu olímpico'. Lo nunca visto en unos Juegos.
4.- Infraestructuras
A medio hacer en los primeros Juegos en Sudamérica. Ha faltado tiempo y dinero y ha sobrado desidia para cumplir lo prometido y no dar tan mala imagen. Quizás la dejadez vaya también con el carácter de sus gentes, aunque en Atenas 2004 se dejó todo para última hora y se respondió con creces. El estado del pavimento en algunas zonas del Parque Olímpico de Río es lamentable y ha amenazado con provocar más de un esguince de tobillo. Además de grietas, existen ciertas 'trampas', como escalones inesperados o desniveles de terreno. Se fracasó en una de las infraestucturas básicas, el metro, y en las carreteras también sorprenden los socavones. Aunque todas las sedes de competición han sido más que notables, en algunos casos tampoco se acabaron a tiempo ciertas instalaciones previstas. Entre el olor a cañería en los alrededores del Parque Olímpico también ha sido un escándalo el extraño agua verde de la piscina de saltos, posiblemente a causa de unas bacterias.
5.- Aire acondicionado y desinformación
Es habitual en prácticamente todos los Juegos que esté auna temperatura gélida en el Centro Principal de Prensa, en las carpas de las sedes deportivas y en los autobuses. A pesar de la crisis, en Río también ha funcionado a pleno rendimiento, aunque algunas quejas han surtido efecto. No en el comedor para los periodistas y, por ejemplo, en la instalación del taekwondo, donde el aire ha sido insoportable. En el tramo final han sido pocos los que se han librado de los resfriados. Sí se ha agradecido la comodidad de las sillas y también el completo e inmediato sistema de información para la prensa, aunque en algunas sedes el wifi conectaba y desconectaba a su antojo. En los que empezaron a llamarse también los 'Juegos de la desinformación', porque ningún voluntario sabía dónde se encontraba el lugar requerido, también se dio un paso muy importante, al igual que en la señalización, que al principio brilló por su ausencia o fue totalmente confusa.
6.- Seguridad
El mayor éxito de Río. Con un extraordinario despliegue de 85.000 efectivos, el doble que en Londres 2012, policías, militares y agentes privados han dado una sensación continua de tranquilidad y garantizado la seguridad, amenazada por el terrorismo yihadista o por cualquier 'lobo solitario' dispuesto a reventar los Juegos. No se tardaron en detonar mochilas sospechosas, entre ellas, una abandonada en una de las puertas del pabellón de baloncesto antes del España-Nigeria. Aunque en una de las ciudades más peligrosas del mundo ha habido atracos, entre ellos a un nadador australiano en Copacabana, el asalto a punta de pistola a Ryan Lochte y sus compañeros fue un invento y un autobús de periodistas que regresaba de Deodoro no fue tiroteado, sino atacado con piedras. También fue sobresaliente la rapidez en pasar los controles de seguridad. Al contrario que en anteriores Juegos, que casi siempre se hicieron eternos.
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