Miguel Martínez Nafarrate
Lunes, 22 de agosto 2016, 15:00
Albelda era hoy un pueblo mejor. La medalla terapéutica de Coloma se respiraba en el ambiente y sacaba la sonrisa entre el vecindario. Todos han saboreado ese metal como algo personal. Amigos, vecinos, familia. Todos se conocen. El que más y el que menos tiene ... una vinculación con el deportista riojano. Coloma es un tipo alegre, extrovertido. Con todos tiene relación. No hablamos del otro tipo de deportista introvertido, que precisa de una preparación metódica y alejada del mundanal ruido. A Coloma le va la marcha y la gente agradece su amabilidad y facilidad de trato.
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Albelda era hoy un pueblo más risueño. Si vimos llorar a Carlos en el podio de Río de Janeiro, sólo podemos anticipar que cuando llegue a casa va a ser un poema. Esos besos energéticos de abuela y abrazos llenos de emoción terminarán por secar el lagrimal del ciclista albeldense.
La Virgen de Bueyo, el cuarteto Tripita, García, Picote y Ramírez, Javi Cámara y Carlos Coloma. Los intocables de Albelda. Iconos locales. Prepárate Carlos. Te van a comer. Está claro que la felicidad de una medalla de bronce ha calado entre el vecindario como si fuera propia en cada uno de los vecinos. No, tampoco es que la gente se arrime ahora porque se haya subido al cajón a celebrarlo. El vecindario es muy consciente del esfuerzo que ha hecho para llegar hasta la cima.
Esfuerzo, generosidad y horas de trabajo. De eso que no se ve es, precisamente, de lo que hablan los vecinos del flamante medalla de bronce en Río. En las terrazas de la plaza se respiraba un ambiente de verano. Charlas y curiosidad por los micrófonos que un día como hoy eran obligados.
Y niños, muchos niños pegados al manillar de su bicicleta. Chavales que han formado parte de la escuela de ciclismo de Coloma en los campus de verano que monta cada año. Chavales que un día querrán emular a su ídolo. Un ídolo cercano y próximo que no duda en dar ponerse el casco, ajustar las calas y marcar las pautas a los niños de la localidad. ¡Vamos Carlos!, el grito de guerra de una Albelda que acudió al frontón local para ver y sufrir en pantalla grande las evoluciones del corredor sobre el sinuoso y resbaladizo recorrido brasileiro.
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Y comunión de una localidad volcada con un muchacho que ha tocado la gloria en plena madurez. Coloma seguirá siendo el mismo y seguirá levantando la mano mientras pedalea por el entorno. Saludará a un vecino, llamará a otro por su nombre. Para todos tendrá un gesto, una mueca, un silbido, una voz y una broma. Y en el pueblo le devolverán el saludo con frases de ánimo para ayudarle a pedalear, que no sólo de barritas se alimenta el ciclista. Voces a coro con un mensaje que sale del corazón. Hoy Albelda lucía un poco más feliz.
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