Un campeón en el alambre

Rohler no sabe si su mejora fue por aquello, pero desde entonces pasó de ser conocido como Regenwefer, el lanzador de la lluvia, por su pericia en los pasillos mojados, a un lanzador que se quedó a las puertas del podio en el último Mundial, hace un año, y que ha estrenado su palmarés con lo máximo, el oro olímpico.

El keniano Julius Yego, el campeón mundial, se colocó al frente del concurso en el primer lanzamiento (88,24). No había sido una buena temporada y su físico no le iba a dar muchas más oportunidades. El lanzador que aprendió con los vídeos de Youtube en un país sin tradición en algo que no sean las carreras de fondo no pudo hacer mucho más. Dos nulos y acabó. Seguía líder hasta que, en la quinta ronda, Rohler mandó la jabalina más allá de los 90 metros (90,30).

Un nuevo campeón que no hace mucho era una promesa del triple salto, un niño al que su abuelo se lo llevaba de pesca en verano y que llegó a ser octavo en el campeonato júnior de Alemania. Pero desde pequeño, cuando se pasaba minutos y más minutos tirando piedras al río, estaba obsesionado con los lanzamientos. Ahora ya es uno de ellos, pero sin olvidar sus orígenes, así que le ha propuesto a los finlandeses que le lleven a pescar lucios a su país.