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jon agiriano
Viernes, 19 de agosto 2016, 09:26
Sergio Álvarez Moya estuvo donde siempre ha querido: en la final individual de saltos de unos Juegos Olímpicos. Y no sólo eso. El jinete asturiano, número 33 del ranking mundial, terminó la primera manga en sexta posición, entre los trece participantes que acabaron a cero. ... Durante dos horas, por tanto, soñó con una medalla olímpica. Necesitaba otra segunda manga perfecta y hacerla con toda la presión del mundo, como son capaces de hacerlas los más grandes. Y no fue posible. El español acabó el recorrido con 9 puntos de penalización tras derribar dos obstáculos, una actuación decepcionante que le acabó relegando al puesto vigésimo de la clasificación.
Aunque estuvo muy lejos del podio, Sergio Álvarez Moya se puso ayer bajo los focos en el centro ecuestre de Deodoro. Se habló mucho de él y de su caballo, Carlo 273. Ambos tenían una curiosa historia detrás. El animal, comprado en Inglaterra por casi tres millones de euros, fue un regalo que Amancio Ortega, el propietario de Inditex, hizo a su hija Marta el día que ella y su entonces marido -precisamente Sergio Álvarez Moya- le anunciaron que iba a ser abuelo. Se podría decir que Carlo 273, un caballo gris de crines blancas de la raza alemana holsteiner, era lo que el jinete asturiano siempre había querido tener. Aunque la pareja se divorció de forma amistosa en 2015, Marta Ortega dejó que su ya exmarido lo siguiera montando. Sabía que con él podía hacer algo grande en Río tras la decepción que supuso quedarse a las puertas de los Juegos de Londres.
Los que le conocen aseguran que, a sus 31 años, todavía muy joven en su deporte, Álvarez Moya volverá a intentarlo en Japón 2020 y más allá. También lo creen en Avilés, su localidad natal, donde es muy conocido. Hijo de una familia que hizo fortuna con las máquinas tragaperras, Sergio fue un joven díscolo y vividor. Le expulsaron del instituto privado San Fernando y apenas aparecía por clase en los Salesianos, a donde llegaba en su coche particular. Un niño bien, en fin. Los caballos, sin embargo, eran una pasión capaz de empujarle a cualquier sacrificio. Se pasaba horas con ellos y a los 19 años decidió irse a vivir a Bélgica para mejorar como jinete. Estuvo allí seis años.
La duda ahora es si Sergio Álvarez Moya, que se dedica a la compraventa de caballos y ha rehecho su vida con la modelo francesa Charlotte Murray, va a seguir montando a Carlo 273. De poder seguir haciéndolo, quién sabe si en los próximos Juegos estará donde quiso estar este viernes y no pudo, es decir, en el lugar de privilegio que ocuparon el británico Nick Stelson, que, a sus 58 años y montando a Big Star, se llevó la medalla de oro en el desempate por tan sólo cinco décimas. Las que le sacó de diferencia en completar el recorrido al sueco Peter Fredricsen y su caballo All In. El canadiense Eric Lamaze fue tercero a lomos de Fine Lady 5.
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