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Koldo Dominguez
Miércoles, 17 de agosto 2016, 09:43
La mayoría de competidores y aficionados presentes en Río se esfuerzan jornada tras jornada en mantener vivo el legado del Barón de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos -aquello de "lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien"-. Pero no todo ... están siendo historias de superación y esfuerzo. En lo que va de competición, unos pocos deportistas y cierta parte del público se han distinguido, de manera negativa, por mostrar actitudes muy poco deportivas, que hasta ahora habían permanecido ajenas a los Juegos. Pero en Río también están teniendo cabida ciertos comportamientos... nada ejemplares.
Judo
Un egipcio se niega a darla mano a un rival israelí
La política internacional y las rencillas históricas entraron a combatir el pasado viernes en el tatami olímpico cuando el judoca egipcio Islam El-Shehabi se enfrentó al israelí Or Sasson, a la postre medalla de bronce en la categoría de más de 100 kilos. Tras la lucha, en la que el hebreo ganó con claridad, El-Shehabi se negó a darle la mano y hacer el saludo reglamentario a su contrincante. El árbitro le recriminó su actitud y le obligó a inclinarse ante el israelí, una muestra de respecto incluida en el reglamento del judo. Pero se negó a saludarle, un hecho que el COI calificó como "contrario al espíritu de amistad" que recogen los valores olímpicos. Ayer se supo que las autoridades deportivas egipcias, junto a la Federación Internacional de Judo y el COI, acordaron expulsar a El-Shehabi de los Juegos.
Natación
El polémico chino Sun Yang provoca a sus rivales
Nadie en Río se ha extrañado el nadador chino Sun Yang fuera el centro de las miradas -para mal- durante las jornadas en las que compitió en Río. Llegaba a los Juegos como un ángel caído en su país después de protagonizar varios escándalos extradeportivos muy alejados de la en teoría ortodoxia comunista. Pero lejos de redimirse, en la piscina volvió a demostrar un comportamiento poco deportivo. Así lo puede atestiguar el australiano Mack Horton, que durante toda la competición ha mantenido varios rifirrafes con él. Según denunció el australiano, durante una de las jornadas previas, le salpicó de calle a calle de manera amenazante para intentar amedrentarle. El chino tal vez quería marcar territorio o era un simple juego psicológico, pero a Horton, de veinte años, le molestó. Y le espoleó. En la final de los 400 metros libres se desquitó y le ganó el oro en plena cara. Y de paso, le recordó su condición de deportista sancionado por dopaje -el chino dio positivo con supuesto medicamento para curar su alterado corazón-.
Aguas abiertas
Hundir a la desesperada a una rival para ganar la plata
En la prueba de 10 kilómetros de aguas abiertas celebrada el lunes, la composición definitiva del podio no se conoció hasta varios minutos después de finalizar la prueba. El oro, para la holandesa Sharon van Rouwendaal, no tuvo discusión. Pero por detrás la francesa Aurelie Muller, campeona del mundo en 2015, y la italiana Rachele Bruni tuvieron más que palabras para saber quién se hacía con la plata. Según revelaron las imágenes de televisión, ambas llegaron emparejadas a los últimos metros. Y cuando la italiana trató de palmear la placa que determina el orden de llegada, su rival se apoyó en ella, la hundió y palmeó así la primera la plancha. Una maniobra a la desesperada totalmente ilegal, que la delegación italiana denunció en una queja oficial ante los jueces de la prueba. Finalmente, Aurelie Muller fue descalificada y Bruni se quedó con la plata.
Actitud del público brasileño
Abucheos y falta de respeto con los rivales
No sólo unos pocos atletas están poniendo la nota negativa en Río. Desde las gradas también han llegado comportamientos muy poco deportivos que incluso han llegado a alterar el desarrollo normal de la competición. Brasil, un país en el que el fútbol es religión, ha trasladado lo peor de las hinchadas del deporte-rey a los Juegos. Los dedos acusatorios apuntan a la torcida brasileira, volcada hasta lo -en algunos casos- inadmisible con sus atletas. Ocurrió, por ejemplo, en la ceremonia inaugural, cuando el público silbó -algo inaudito en la historia del olimpismo- a las delegaciones de Argentina, con quien mantiene una rivalidad histórica, y Rusia, por los casos de dopaje.
Peor lo pasó el tenista alemán Dustin Brown durante su enfrentamiento contra el local Thomaz Bellucci. No sólo se tuvo que retirar lesionado, sino que además se llevó la bronca de los aficionados que seguían el partido. Creyeron que estaba fingiendo y le abuchearon mientras se retorcía de dolor en el suelo. También se han quejado de los espectadores algunos competidores de voley-playa, boxeo, fútbol femenino... Hasta en el estadio olímpico, hasta ahora templo del espíritu deportivo, se han dado caso de abucheos patrióticos. El último, esta pasada madrugada durante el concurso de pértiga. El local Thiago Braz da Silva se jugaba el oro frente al francés Renaud Lavillenie, actual dominador de la especialidad. Pero el público no tuvo en cuenta ni que tenía delante a una estrella mundial ni las más mínimas normas de educación, y comenzó a silbar y abuchearle para desconcentrarle en su último intento, en el que se jugaba el todo por el todo. Lavillenie les respondió con gestos de negación con la cabeza e incluso con el pulgar para abajo.
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