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Martí Perarnau
Domingo, 14 de agosto 2016, 22:40
Mucho más que héroes, lo que necesitamos son ejemplos. Acostumbramos a catalogar como héroes a los grandes campeones del deporte, pero quien es verdaderamente merecedor de dicho calificativo es el médico que salva vidas, el enfermo que se esfuerza por sanar, el bombero que se ... sacrifica. En general es, por definición, anónimo.
El deporte nos regala ejemplos de superación que pueden situarse al mismo nivel que las proezas deportivas. Hace dos años Michael Phelps se encontraba encerrado en un calabozo por conducir borracho y si salió de allí fue para ingresar en una clínica de rehabilitación. Como tantos otros miles de personas que viven situaciones similares, el estadounidense tuvo la energía interna para reponerse y volver a su actividad: nadar. En la piscina es el campeón inigualable. Fuera de ella, tuvo idénticas dificultades que mucha gente y su ejemplo consiste, precisamente, en salir del pozo, no en ganar medallas.
Un compañero suyo, Anthony Ervin, ganó el oro olímpico de los 50 libre con 19 años en Sídney 2000, pero a continuación se metió en problemas graves con la droga y pasó demasiadas noches en calabozos de Nueva York. Ervin es un tipo de buen corazón, que subastó su primera medalla para ayudar a los damnificados del tsunami de Filipinas. Contó con apoyos familiares y voluntad personal para salir de la droga, regresó ocho años más tarde a la natación y contra todas las probabilidades ha vuelto a ganar el oro en Río, pero ya con 35 años.
El sudafricano Luvo Manyonga era la mayor promesa junior de salto de longitud en 2010, pero cayó en las redes de la droga: vive en un entorno conflictivo en Paarl y ni siquiera la ayuda de Mario Smith, su entrenador, consiguió mantenerle alejado del 'crystal', del 'tik', la metanfetamina. En 2014, de Manyonga solo esperaba una irreparable agonía. Tuvo la suerte de encontrar a John McGrath, entrenador galés, y con gran fuerza de voluntad consiguió regenerarse. Ganó la plata en salto de longitud.
En 2013, Becky James era la gran promesa británica de keirin en el velódromo y ganó el título mundial. Un año más tarde padeció un cáncer de cérvix, se rompió el hombro y su rodilla quedó maltrecha. Estaba desahuciada. En río ganó la plata olímpica de su especialidad y batió el récord olímpico de velocidad. No son ejemplares por ser ganadores, sino por ser humanamente frágiles y esforzarse por superar sus graves adversidades.
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