J. Gómez Peña
Sábado, 13 de agosto 2016, 00:22
Que Gran Bretaña iba a ganar de nuevo el oro en la persecución olímpica (4.000 metros) no estaba en discusión. En el velódromo, el cronómetro es la ley; no engaña. Gran Bretaña, con Bradley Wiggins al mando, pulverizó el récord del mundo -lo bajó ... hasta 3.50.265- y batió a Australia (3.51.008). Lo previsto, aunque con más apuros de lo esperado. Wiggins ya tiene su quinto título olímpico y su octava medalla. Sir Bradley Wiggins gana un oro más y un amigo menos.
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La búsqueda de este metal siempre ha generado broncas. Incluso en el velódromo. Bradley Wiggins, que con 36 años está en su última gran cita, quería cerrar su biografía deportiva con otro título. Su octava medalla olímpica. De oro, claro. Contaba con la llave adecuada: el equipo de persecución británico, el mejor de la parrilla. Pese a ese dominio, Wiggins no quería correr riesgos. Él manda en el ciclismo de las islas. El seleccionador le escuchó y asintió: había que apartar del cuarteto a Cavendish, al que no veían listo para el desafío. Wiggins y Cavendish son amigos. Más bien, como hermanos, de los que se pegan y se abrazan por igual.
Cavendish, que por estar en Río abandonó el Tour antes de llegar a París y, así, renunció a esa prestigiosa victoria en los Campos Elíseos, echa humo. Está convencido de que le ha echado Wiggins. La codicia del oro. Ha vuelto a enfadarse con él. Lo malo para Cavendish es que el reloj le ha dado la razón a uno de los deportistas más laureados de los Juegos: cuatro oros, una plata y un bronce en el velódromo, más el título en la contrarreloj de Londres 2012. En ese cofre caben además el Tour de Francia de 2012, el Mundial de contrarreloj 2014 y el récord de la hora. Visto así, su palabra pesa más que la de Cavendish. El volumen de un ciclista histórico. En la final de persecución de Río le acompañaron Burke, Doull y Clancy. Australia fue por delante durante los tres primeros kilómetros, pero cayó en el último ante Wiggins y sus chicos, campeones olímpicos por tercera vez consecutiva. Sin Cavendish, que ya no le habla.
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