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Jon Agiriano
Viernes, 12 de agosto 2016, 23:44
Lidia Valentín estaba feliz con su medalla de bronce, pero ya pensaba en el futuro. Sabía que los Juegos de Río no le habían llegado en su mejor momento de forma tras su lesión de espalda, de la que tuvo que recuperarse a marchas forzadas ... pensando en la cita olímpica. Sancionadas las tres medallistas de Londres y ausente la china campeona del mundo, era una de las favoritas, pero estaba lejos de sus mejores marcas. Aunque tampoco ha querido airearlo demasiado. "Se trataba de asegurar la medalla, que es algo muy importante no sólo para mí sino para toda la halterofilia en España. Es nuestra primera medalla. Hemos hecho historia", comentó en la zona mixta del pabellón Ríocentro 2.
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La levantadora berciana, sin embargo, no se conforma con el bronce. Es ambiciosa y sabe que puede dar más de sí. A la norcoreana que se llevó el oro, por ejemplo, le superó en dos tiempos antes de la lesión. De manera que en los planes de Valentín no está para nada el conformarse con la medalla de Río. Todo lo contrario. "Ahora a recuperarme bien del todo, con tiempo suficiente, y volver más fuerte que nunca para ir a Tokio y arrasar", comentó, entre risas. Respecto a las dos rivales que le acompañaron en el podio, Valentín aseguró que no le sorprendieron. "Sabía que iban a estar en esas marcas, pero la verdad es que no pensaba en ellas. Yo he salido a hacer mi competición y era mi entrenador el que pedía los pesos. Siempre lo hacemos así", explicó la leonesa, que no parecía muy dolida por haberse quedado a un solo kilo de la plata. "No es que me conformara con el bronce, pero tal y como me encontraba lo importante era asegurar la medalla".
Lydia, como ella quieren que se escriba, no olvidará nunca emoción de sentirse en un podio olímpico, que era la gran espina que tenía clavada. "Ha sido increíble. Es algo que siempre que querido sentir. He pensado en lo mucho que me ha costado llegar hasta aquí y que, al final, el esfuerzo y el sacrificio tienen su recompensa. Se ha hecho justicia. Ha sido un trabajo muy duro el de los últimos meses", aseguró. Subida al escalón del bronce, la levantadora española, una mujer que no pierde un ápice de coquetería ni cuando se enfrenta al doble de peso que su propio cuerpo, ha pensando en sus padres, que le estaban apoyando en las gradas rotos por los nervios, incapaces de ver sus levantamientos. Y también en su pueblo, Camponaraya. "Han puesto una pantalla gigante para verme".
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