España escapa de la trampa de Serbia

Fue mejor la puesta en escena balcánica, con Milovanovic como omnipresente peligro serbio. Todos los balones pasaban por sus manos y la mayoría terminaban dentro de la canasta ante la extraña pasividad de España. La ausencia de Sancho Lyttle invitó a las serbias a buscar la zona, donde Astou tardó en entender el juego. Sobrepasada, Mondelo decidió darle un descanso y eso alivió los problemas de España (13-4, min. 7).

El tiempo muerto pedido por el técnico ejerció un efecto analgésico en sus chicas, cuya defensa cambió de manera radical. Seguían sin entrar los lanzamientos de larga distancia, pero el camino hacia la propia canasta ya no era tan sencillo para su rival. Así, el margen en el electrónico se fue reduciendo y ya al final del primer cuarto era favorable a España (18-19).

Los intentos por aumentar esa diferencia fueron estériles, ya que Serbia encontraba siempre el bálsamo en los brazos de Milovanovic. Sus puntos al descanso (casi la mitad de los que acumulaba su equipo hasta el momento) marcaron el objetivo a batir para la segunda mitad (31-31).

La charla en el vestuario sentó bien a las chicas de Mondelo, cuya puesta en escena en el tercer cuarto comenzó a romper el partido. Marta Xargay, intermitente en la primera mitad, se exhibió en la segunda para marcar el rumbo nacional. Sus triples y su capacidad de desborde abrieron una pequeña brecha en el marcador de cuatro puntos (39-43, min. 27). Un mundo para la igualdad del encuentro.

Por entonces, cada ataque era una guerra en sí mismo y cada balón suelto se cotizaba muy alto. Había mucho en juego, así que España apretó los dientes para mantener esa renta. Fue Alba Torrens la que tomó el relevo de Xargay, manteniendo a la selección por delante a cinco minutos del final (46-53). Era la máxima ventaja, pero Serbia no bajó los brazos. Siguió empujando y aguantando el tipo hasta situarse a dos puntos a falta de dos minutos (55-57).

Puso a España contra el abismo, rescatada la selección a tiempo por un triple salvador de Anna Cruz con el que se aliviaron los nervios y se sentenció la primera victoria olímpica del baloncesto español en Río.