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Emilio V. Escudero
Viernes, 5 de agosto 2016, 15:48
Para «Hito», el caballo con el que competirá Albert Hermoso en Río 2016, el viaje hasta Brasil no ha sido la mejor experiencia de su vida. Y eso que él, como el resto de animales olímpicos, voló en lo que podría denominarse como ... una clase «business» para equinos. Un trayecto de once horas en el aire en el que los caballos reciben todos los cuidados necesarios para minimizar el trauma que supone para ellos un viaje tan largo, aunque ni aún así se reduce el estrés con el que llegan a los Juegos.
«Para los caballos es un momento muy duro de casi 24 horas viajando desde que salen de la cuadra y llegan a tierra en Río. Son animales que sufren mucho con los espacios cerrados», reconoce Hermoso a ABC en la Villa Olímpica. El «asiento» de cada caballo en el avión se traduce en un contenedor de alrededor de dos metros de ancho que comparten con otro equino. «Se pueden ver uno a otro, pero no tocar. Son animales de manada, acostumbrados a vivir en compañía y eso les tranquiliza un poco», afirma el jinete. Aún así, caballos y yeguas son separados en el establo improvisado del avión para evitar tensiones. Como cualquier otro viajero, el material que acompaña al equino debe cumplir un peso determinado y no sobrepasar los límites.
Durante el trayecto, una persona está al cargo de cada caballo y se ocupa de darle agua y comida, los únicos alimentos permitidos además de las vitaminas que el veterinario suele administrarles antes de emprender el vuelo. «Todo ayuda para hacer menos traumática la experiencia que, sin duda, no es nada agradable. Son animales muy emocionales y les afecta viajar, sobre todo si es la primera vez que hacen un traslado tan largo. Les sacas de sus rutinas y pasan casi un día sin saber dónde están ni a dónde se dirigen», señala Hermoso, que en Río vivirá también su primera participación en los Juegos. Con su presencia en el concurso completo, España tendrá participantes en todas las modalidades -además de doma, saltos- algo que no ocurría desde Sídney 2000.
A un día de su estreno en Río, los caballos ya están habituados a su nuevo entorno, aunque les ha costado casi una semana de adaptación. «El clima les afecta bastante más que el jet lag. Con eso no tienen problemas. Extrañan su establo y sus rutinas, pero se han acostumbrado rápido», explica el deportista catalán. Tras estar «dos días decaído», «Hito» va poco a poco recuperando la normalidad. Los primeros días se hacen paseos por el cuadrilongo, sin mucha exigencia y se va paulatinamente aumentando la actividad. Además de los cuidados habituales, un fisioterapeuta especializado en caballos realiza ejercicios con ellos para desentumecer los músculos. «Algunos equinos viajan más cómodos en el avión, porque se recuestan atrás o de costado», afirma Hermoso, pero esa postura obliga al sanitario a hacer un trabajo extra tras su llegada al destino.
Como «Hito», el resto de caballos del equipo nacional de hipica descansan en el Centro Ecuestre de Deodoro, al norte de la Villa Olímpica. Allí, los jinetes españoles apuran los días para su estreno en los Juegos el sábado. Más ansiosa que el resto aguarda Mercedes Ferrer Salat, doble medallista olímpica en Atenas, que tras perderse dos citas olímpicas por lesiones de sus caballos vuelve con más ganas que nunca.
«Ha sido complicado mantener la motivación estos años, pero creo que tenemos opciones de lograr algo grande en Río», reconoce la deportista, que a sus 50 años será una de las más longevas en la cita olímpica brasileña.
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