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Jon Agiriano
Viernes, 5 de agosto 2016, 17:59
Pablo Carrera lleva días en un estado de máxima concentración. El tirador bilbaíno, que este sábado aspira a colgarse una medalla en la prueba de pistola de aire comprimido a 10 metros, no ha querido conceder ninguna entrevista en Río de Janeiro. De hecho, ni ... siquiera se la ha visto en la sala de prensa de la Villa Olímpica. En una breve conversación con este periódico durante la ceremonia de izado de la bandera española, Carrera explicó los motivos de su silencio. "Hablaré después de cada prueba. El día 6 y el 10, cuando compito en 50 metros. No quiero distraerme con nada».
Sexto en los Juegos de Londres, este policía nacional de 30 años, miembro del Club Zamorano de Tiro Olímpico, sabe que se encuentra ante una de las grandes oportunidades de su vida deportiva. Río le provoca buenas sensaciones. El pasado mes de abril logró aquí la medalla de oro en 10 metros en la Copa del Mundo. Su actuación fue magnífica. La emoción se cortó hasta el últimos tiro, cuando el bilbaíno refrendó la victoria haciendo un 10,1 mientras su gran rival ese día, el serbio Mikec, hacía 9,9. Carrera es consciente, pese a todo, de que los Juegos no se pueden comparar con ninguna otra competición. Aunque sus principales rivales vayan a ser los mismos, un grupo de ocho o diez tiradores que dominan la modalidad de pistola de aire comprimido tanto a 10 metros como a 50, la tensión olímpica lo cambia todo.
Dominarla en un estado de máxima presión, llegar al absoluto en la firmeza del pulso con el brazo extendido, es el gran reto. Nadie ha logrado esto como el coreano Jin Jongoh, el rey de esta modalidad, doble medalla de oro en Londres y oro y plata en Pekín. Le llaman Terminator o 'Undaunted man' (El hombre impávido) y es un competidor excepcional. Hoy es el favorito indiscutible. Aunque en tiro la frontera entre el error y el acierto en el panel es tan pequeña -a veces una cuestión de milímetros, como suele recordar Carrera a los periodistas- que todo puede pasar.
Dejando a un lado a Jin Jongoh, lo lógico es que el tirador vasco se juegue las medallas con un grupo de viejos conocidos. Entre ellos estará el brasileño de origen asiático Felipe Almeida Wu, líder del ranking de 10 metros tras imponerse este año en Bangkok y Baku. Dicen que contará con el apoyo del público, pero se hace difícil saber cómo se puede apoyar desde el silencio total que se exige en la sala de tiro. Otros que deben estar en la pelea -al menos entre los ocho clasificados para la final- serán el ucraniano Oleh Omelchuk, vencedor este año en Munich en 10 metros y en Río en 50 (justo lo contrario de lo que hizo Carrera); el chino Pang Wei, campeón olímpico en Pekín; el indio Jitu Rai, tercero del ranking en 10 metros; o el ruso Vladimir Gontcharov. Aunque siempre puede haber sorpresas. Es más, lo lógico es que las haya en un deporte en el que la inspiración del momento es fundamental.
La prueba comenzará a las seis de la tarde (hora española) y la final se celebrará a las ocho y media. Hay 54 tiradores inscritos. El formato competitivo será diferente al de Londres. Para estar entre los ocho mejores, Pablo Carrera tendrá que disparar 60 veces en hora y media hasta un máximo de 600 puntos (10 por disparo). Ya en la final, se añadirá más precisión al panel para que cada disparo pueda valer 10,9 puntos. Las medallas se jugarán por sistema de eliminación. Tras los ocho primeros disparos, el último quedará eliminado. A partir de ahí, cada dos tiros el que cierre la clasificación abandonará la sala hasta que, tras 20 intentos, sólo quede el campeón.
La emoción está garantizada. Como lo está la firme determinación de Carrera, que sueña con convertirse en el tercer tirador español que sube a un podio olímpico tras Jorge Guardiola, bronce en Seúl, y María Quintanal, plata en Atenas. Si no lo consigue, mañana lo intentará Fátima Gálvez, que sufre la presión de ser la máxima favorita en foso olímpico. El lunes le tocará el turno a Alberto Fernández, un tirador de élite con siete medallas en Copas del mundo al que, sin embargo, los Juegos siempre le han deparado disgustos. Quiere desquitarse en Río.
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