Javier Asprón
Enviado especial a París
Miércoles, 31 de julio 2024, 00:02
Según datos del Banco Mundial, Sudán del Sur se encuentra a la cola del planeta en cuanto a desarrollo humano. Al margen de su ubicación geográfica, en pleno África Oriental, el país más joven que existe (se independizó en 2011) ha tenido que enfrentar en ... las últimas décadas dos cruentas guerras contra sus vecinos del norte y una guerra civil que dio sus últimos coletazos en 2020. Su historia reciente solo entiende de hambre, violencia étnica y desplazamientos masivos de personas. Decenas de miles de sursudaneses abandonaron su país para acabar en campos de refugiados en Kenia, Uganda o Etiopía. Otros muchos se exiliaron a Europa, Australia o Estados Unidos.
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Uno de esos refugiados era Luol Deng. Su familia huyó a Egipto cuando él era pequeño y, tras recibir asilo político, recalaron en Gran Bretaña. Deng comenzó a jugar y a destacar en el baloncesto hasta que a los 16 años fue reclutado y becado por una prestigiosa academia de Nueva Jersey. Más tarde dio el salto a la Universidad de Duke, donde solo estuvo un año. Ese verano fue elegido en el número 7 del draft e inició una prolífica carrera en la NBA, donde permaneció 18 años. Chicago Bulls, Cleveland Cavaliers, Miami Heat, Los Angeles Lakers y Minnesota Timberwolves fueron sus equipos. En dos ocasiones llegó a disputar el Partido de las Estrellas. También participó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 integrando la plantilla de Gran Bretaña.
Deng nunca olvidó sus raíces. En 2005 decidió crear una fundación en Sudán del Sur para ayudar a los chicos más pobres a jugar al baloncesto. Allí se pusieron los cimientos de lo que hoy es una realidad. «Tenía la convicción de que había el talento, de que éramos uno de los mejores equipos de África, que podíamos dominar el básquet como Kenia y Etiopía dominaban el atletismo, como Jamaica en el esprint», explica Deng.
Manute Bol fue una leyenda en la NBA. No tanto por sus números, sino por convertirse en el jugador más alto de la historia, con sus 2, 31 metros. Su origen también era sursudanés. «Cuando vas por los caminos te encuentras pastoreando ovejas a muchos chicos Dinka (una de las tribus del país) con alturas por encima de los dos metros». Deng tuvo la suerte de conocer a Bol en Egipto, y reconoce que siempre fue su gran inspiración: «Manute representaba las cosas correctas. Era famoso, jugaba al baloncesto, todo el mundo hablaba de su altura… Pero siempre volvía a casa y agradecía por lo que tenía. Eso es lo que era y el baloncesto no lo cambió».
No es solo la altura, también la complexión física, lo que convierte al jugador sursudanés en un diamante en bruto. Una vez retirado, Deng se convirtió en el presidente de la Federación de su país de origen, contrató para el banquillo a su amigo de la NBA Royal Ivey y juntos se pusieron a buscar todo el talento repartido por el mundo. Consiguieron juntarlos en un training camp en Uganda, y en pocas semanas habían conformado un fantástico equipo. El primer hito fue clasificarse para el Mundial del año pasado. Cayeron en la primera fase, pero se ganaron la plaza para los Juegos tras acabar el torneo como primer país africano.
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En París se han presentado con un 'roster' variopinto. Cuentan con un NBA, JT Thor (Charlotte Hornets) y varios jugadores que se desempeñan en las ligas china y australiana. También tienen dos 'europeos': Wenyen Gabriel (Maccabi) y Carlik Jones, recién fichado por el Partizan de Belgrado. Este último fue la estrella en el partido de preparación para los Juegos que los enfrentó a Estados Unidos. Se convirtió en el primer jugador en anotar un triple-doble contra un 'Dream Team' (15 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias), y dirigió las operaciones que llevaron a su equipo a rozar una gesta absolutamente legendaria. Solo una canasta in extremis de LeBron James impidió la derrota de los americanos (101-100).
Este miércoles se vuelven a enfrentar en Lille, ya en el torneo oficial (21.00), y los africanos no pueden ocultar que hay cierto aire de revancha. Los dos equipos llegan empatados en la clasificación después de que Sudán del Sur ganase a Puerto Rico en su debut olímpico. Solo esa victoria ya valdría su participación, pero sus jugadores no se conforman. A ese partido salieron enrabietados después de que la organización confundiese su himno con el de Sudán, el país contra el que batallaron durante décadas. Y confían en que ese fuego desatado se mantenga ante los todopoderosos estadounidenses, que en su estreno contra la Serbia de Nikola Jokic no dieron margen a la sorpresa (101-84). Será más complicado que en el amistoso, donde faltó un Kevin Durant que se convirtió en el mejor de los suyos ante los balcánicos.
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«Ha sido un viaje difícil para nosotros, todos tenemos una gran historia», resumía en la previa el ala-pívot Mayok Deng. «Es el momento más feliz de nuestro país .Esto significa mucho para ellos y ver sonreír a tanta gente es lo único que nos motiva».
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