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Imagen de un anuncio en la pantalla de un taxi en Tokio. Pío García
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Un riojano en Tokio ·

Hay un spot publicitario que me dejó boquiabierto y enganchado desde el primer día, y desde entonces, cada vez que me monto en un taxi, me olvido de los móviles y ni siquiera miro por la ventanilla

Pío García

Enviado especial a Tokio

Miércoles, 4 de agosto 2021, 19:56

Los conductores de taxi llevan guantes blancos. Me pongo en el asiento de atrás, me ato el cinturón y me imagino que soy Miss Daisy paséandome tranquilamente por las calles de Tokio. En las normas pone que no podemos hablar con el taxista salvo que ... sea estrictamente necesario. Nunca lo es y ellos no suelen saber inglés, así que los viajes discurren en silencio, como si fuera un convento móvil de clausura. Todos llevan una pantallita detrás del reposacabezas del copiloto por la que van emitiendo anuncios en bucle. Me los sé ya de memoria. Salen unas adolescentes famosillas tirándose sobre unos sofás de goma. También hay publicidad de bancos y de algo que parece comida. Pero hubo un spot publicitario que me dejó boquiabierto y enganchado desde el primer día. Desde entonces, cada vez que me monto en un taxi me olvido de los móviles y ni siquiera miro por la ventanilla: pego la vista a la pantalla hasta que aparece el anuncio.

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