Javier Asprón
Enviado especial a París
Jueves, 1 de agosto 2024, 19:37
El judo español cerró su participación en París con un sentimiento agridulce. Por una parte queda la alegría del bronce de Fran Garrigós del primer día. Por el otro asoma el conjunto de decepciones que se han ido acumulando desde entonces, con cuatro quintos puestos ... para Laura Martínez, Ai Tsunoda, Tristani Mosakhlishvili y Niko Shera. Lo que equivale a cuatro derrotas en combates decisivos por el podio. Se consiguió la medalla que se perseguía desde hace 24 años, pero la sensación es que la cosecha pudo ser mayor.
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El último lamento lo protagoniza un Niko Shera incapaz de tomarse la revancha por su actuación en Tokio, adonde llegó como gran favorito y perdió en la primera ronda. Sus lágrimas sobre el tatami se convirtieron entonces en una de las imágenes de los Juegos. Tres años más tarde, el judoca de origen georgiano quería cambiar ese recuerdo olímpico por uno bañado en oro, liberarse de aquella sensación tan agria… Pero se quedó a las puertas, derrotado en el combate por el bronce por el uzbeko Muzaffarbek Turoboyev. No hubo llanto esta vez, pero sí una tristeza serena y un reconocimiento de su incapacidad para funcionar en un escenario así. «No saco mi mejor versión en los Juegos. Entrenando soy muy bueno, en otras competiciones no tengo esta presión. Aquí me pueden los nervios, porque me importa mucho y por lo que quiero conseguir».
Para su nueva aventura olímpica Niko había decidido dejar de sufrir delante de la báscula y subir de categoría, hasta los 100 kilos. Confiaba en su agilidad y técnica ante rivales con más cuerpo que él. Ni siquiera las lesiones bajaron su ánimo. Siguió entrenando y tratando de crecer como judoca, adaptándose a los nuevos rivales, hasta que en mayo se subió al podio en el Mundial. Pensó que era la señal de que estaba listo para los Juegos, pero…
Ese estado de desconfianza que intentó explicar después se le notó desde el estreno ante el húngaro Zsombor Veg, que no tardó ni veinte segundos en darle un susto y poner el marcador en su contra. Por un instante aparecieron de nuevo los fantasmas de una eliminación temprana, pero Niko logró darle la vuelta al combate.
Más tarde llegó el suizo Daniel Elich, y las sensaciones siguieron siendo malas. Los nervios atenazaban al español, que perdió y se obligó a disputar la repesca. Ese combate de recuperación fue el mejor. Ganó al oro de Tokio, el japonés Aaron Wolf, después de una batalla durísima resuelta en el tiempo extra. Por primera vez se vio celebrar a Shera, que abrazó con fuerza a su entrenador, Quino Ruiz, al verse tan cerca del bronce.
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Sin embargo, ante Turoboyev se vio a un Niko incapaz, completamente superado. «Lo noto cuando piso el tatami. Hasta entonces mis sensaciones son muy buenas. Me siento tranquilo y físicamente a tope. Hasta llegar aquí había disfrutado del trayecto, de los entrenamientos, de toda la preparación... Pero piso el tatami y siento que me falta algo».
Turoboyev se lo llevó por delante en apenas un minuto. Ese fue el tiempo que duró el sueño de Niko de colgarse una medalla. Demasiado poco, quizás, como para intentar un nuevo ciclo olímpico de cuatro años: «Voy a desconectar. Voy a hacer lo que más me guste, lo que me haga disfrutar y ser feliz. Si me motiva el camino, seguiré».
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