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Sólo necesitas dos segundos para que todo se caiga, todo cambie en París
Opinión

Sólo necesitas dos segundos para que todo se caiga, todo cambie en París

Marta San Miguel

Viernes, 26 de julio 2024, 20:00

El trípode de la cámara está plegado, de pie. Pesará unos siete kilos, es de fibra de carbono, salvo unos amarres de metal y plástico grueso, negro, varias clavijas. El joven oriental lo sujeta sobre sus piernas. Lleva una gorra marrón y espera detrás de ... otros tantos periodistas a que avance la cola para conseguir su acreditación, otro trámite más para dar cualquier paso en el inicio de los Juegos Olímpicos. A las puertas de la Villa Olímpica, nos acoge una carpa portátil cubierta por una tela blanca que multiplica la claridad en la sala; aquí dentro está la sala de prensa donde comparecen los deportistas, aquí se cuenta lo que llegará a nuestros respectivos países, eso que los cientos de periodistas que compartimos wifi llamamos casa. Pienso en lo que leerán los lectores en España, lo que leerán los italianos, los turcos, los belgas, los suecos, los senegaleses, los alemanes, los argentinos que teclean ahora mismo... En esta carpa de París cabe el mundo y sus diferencias, y sin embargo, hay algo bendito que nos hace idénticos: caminamos con la prudencia con que uno se prueba unos zapatos en una tienda y nos mimetiza una mirada de dudosa calma porque en los Juegos uno no sabe por dónde empezar sin miedo a tropezar o caerse porque hay 32 deportes en juego, porque hay 330 eventos con medalla, porque hay 200 países involucrados, porque hay 10.000 deportistas que quieren pisar el podio y todos y cada uno de esos 10.000 deportistas tiene una historia detrás, una biografía que los ha convertido en dioses en chándal. Ante semejante perspectiva, ¿cómo no se va a generar esa especie de hipertensión ocular en los periodistas que teclean, preguntan, graban, ese aleteo como de polillas estresadas por la luz? A todos nos cuelgan del pecho las mismas acreditaciones que tienen algo de cencerros mudos. Somos eso, puro inicio y búsqueda, tres mil periodistas cogiendo postura por miedo a caernos. Y es así, hasta que sucede el fatídico estruendo.

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