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Javier Asprón
Enviado especial a París
Domingo, 4 de agosto 2024, 17:50
Jon Rahm baja las escaleras que conducen al tee del hoyo 1 y se oye un grito desde la grada: «¡Aúpa Jon, aúpa Athletic!». El vasco sonríe mientras choca la mano con los aficionados que más han madrugado para coger sitio. Antes, encuentra con la ... mirada a sus padres, Ángela y Edorta, que asisten a la escena como dos espectadores más, y les lanza un gesto de cariño. El de Barrika, aparentemente relajado, se dispone a iniciar su última ronda. Sale en el último partido y es líder junto al estadounidense Xander Schauffele. Es un día luminoso y Rahm lo quiere disfrutar. Durante diez hoyos es feliz. El juego fluye y los números salen. Manda en solitario con cuatro golpes de ventaja sobre cualquiera de sus perseguidores. El oro no solo está al alcance, sino que parece predestinado para él.
Entonces, algo ocurre. Una desconexión, un cúmulo de desgracias… Ni él mismo parece saberlo. Una nube negra se instala sobre él y empieza a torcerse todo. Rahm termina su vuelta y no solo se ha esfumado el oro. También cualquier posibilidad de medalla. Es una oportunidad perdida. Quizás la mejor que tenga para subir a un podio olímpico. Con él fuera de combate celebra la victoria el estadounidense Scottie Scheffler, que demuestra por qué es el número uno mundial cerrando su recorrido con nueve birdies, para un total de -19. El británico Tommy Fleetwood se lleva la plata con -18 y y el japonés Hideki Matsuyama se cuelga el bronce con -17. Rahm, que llegó a estar con -20, acaba quinto, con -15.
Cada día mejor que el anterior. Así se sentía Rahm, así lo expresaba y así lo demostraba en sus tarjetas. No había tenido un día malo durante la semana. Apenas algún bache aislado del que se recuperaba siempre bien. La medalla olímpica significaba mucho para él, el cierre definitivo de una etapa complicada para él después de anunciar su fichaje millonario por el LIV Golf. Muchos no entendieron ni aceptaron ese movimiento. Él mismo lo criticaba cuando lo hicieron otros antes que él. Y para colmo, su aventura allí provocó su momento de mayor sequía. Quince meses sin títulos y una caída inesperada tanto de su juego como de sus resultados.
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Algo, por fin, parecía cambiar. Rahm saltaba al campo este domingo justo una semana después de conquistar su primer trofeo en el circuito saudí. Y con esas mismas sensaciones completó nueve primeros hoyos para enmarcar. Cinco birdies y ni un solo fallo. Perfecto de tee a green, aprovechando al máximo su pegada en los pares 5 y estando muy acertado con el putt. Inició su festival en los hoyos 3 y 4, en los que Schauffele aún fue capaz de seguirle el paso. Ahí ya quedó claro que los de atrás, por bien que jugasen, tendrían que descontar mucho para tener alguna opción.
El primer momento difícil llegó en el hoyo 5. Una mala salida le dejó la bola en el rough de la izquierda. El golpe de recuperación no era fácil. Cuesta abajo y pegado a un bunker, pero Rahm lo sacó con maestría, dejándose incluso otra opción de birdie que no entró por muy poco. El gesto del vizcaíno daba tranquilidad a su seguidores. Dos nuevos birdies en los hoyos 6 y 7 le llevaron como líder en solitario hasta el hoyo 8, un par 3 que se le había atragantado durante toda la semana. De nuevo le tocó resolver con grandeza, porque en el tee cerró la bola en exceso para enviarla a la hierba alta de la izquierda del green. Él mismo se dio cuenta del fallo al soltar el palo nada más pegar. El primer bogey parecía en camino, pero un buen approach y un mejor putt de cuatro metros evitaron ese primer disgusto. No contento del todo, Rahm cerró esa primera vuelta inmaculada con un quinto birdie.
Los rivales bastante tenían con intentar seguir la marcha endiablada de Rahm sin perder el resuello. Schauffele erró en el hoyo y permitió que le dieran alcance tanto Fleetwood como Matsuyama. Pero estaban peleando por la plata. El oro tenía dueño por más que faltase la mitad de esa última ronda. Rahm, a lo suyo, seguía brillando con todos los palos de la bolsa para embocar otro buen putt en el 10 que le dio el sexto birdie de la jornada. Ahí se puso en -20, la cifra que había augurado como necesaria para ganar, y con cuatro de ventaja. Su renta más alta.
Ahí llegó el bajonazo, el mal momento que suele haber en cualquier partido, pero que parecía que no iba a llegar esta vez. No solo llegó, sino que lo hizo a lo bestia. Fue un derrumbe por todo lo alto. Un tripateo en el hoyo 11 y un chip demasiado corto en el 12 anotaron los dos primeros bogeys en la tarjeta de Rahm. Coincidió con dos birdies consecutivos de Fleetwood que pusieron al británico colíder, pero eso era lo de menos. Llegó el 14, y el español colapsó. Era un hoyo amable, resuelto con un eagle y dos birdies en las tres rondas anteriores. Pero esta vez no le salió nada. Envió su tercer golpe a una zona de hierba frondosa, y su chip volvió a quedarse corto. Tanto, que ni llegó al green. Después falló un putt sencillo que le sacó de ahí con un doble bogey y fuera de las posiciones de podio.
Solo quedaba por comprobar cómo podría Rahm responder a ese varapalo. No lo hizo. Hubo un intento en el 16, donde embocó otro gran putt para su séptimo birdie del día, pero en los dos siguientes, arriesgando para optar al menos al bronce, firmó dos nuevos bogeys que le mandaron al quinto puesto final.
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