Permítanme, pero los videojuegos no son deporte ni olímpicos
Jon Iriberri
Lunes, 29 de julio 2024, 13:00
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Jon Iriberri
Lunes, 29 de julio 2024, 13:00
Los presagios que se intuían en las anteriores Olimpiadas se han cumplido al final de la presente: nacen los E-sports olímpicos de la mano del Comité Olímpico Internacional. Sede, Arabia Saudí, país de inexistente trayectoria deportiva, con déficits democráticos difícilmente obviables. En la ensalada ... terminológica generosamente aliñada del marketing digital los vendedores de consolas han conseguido que los videojuegos de toda la vida acaben teniendo el reconocimiento del Comité Olímpico Internacional. Como deporte pleno, quiero decir.
Para los que hemos participado a lo largo de toda nuestra vida de casi todos los estamentos, fases y edades del fenómeno deportivo, la noticia no puede ser bien recibida. Hemos de comernos el sapo de que se bautice como deporte, por obra y gracia de una autoridad deportiva privada, algo que no casa con ninguna de las definiciones de este que estudiamos en la universidad. En realidad, los videojuegos comparten más similitudes con la mayoría de los juegos de mesa comunes que con los deportes. Las falacias lógicas usadas para demostrar la base deportiva de la practica de los videojuegos son fácilmente rebatibles: dicen que sube mucho la frecuencia cardiaca, que los jugadores entrenan como atletas y otras zarandajas que evitan abordar la clave de bóveda de lo que es un hecho deportivo y que los videojuegos no cumplen. El deporte se caracteriza en su ADN por que compara alguna cualidad o varias del movimiento humano entre sujetos. Cuando ese movimiento es sustituido por la acción de un pulsador, es un movimiento virtualizado inexistente. Por lo tanto, podríamos aceptar que la digitalización o virtualización de los esfuerzos humanos es un juego en un entorno digital, pero en ausencia de ese movimiento humano comparable, pierde totalmente el sentido original del deporte.
La industria de los videojuegos es un monstruo económico de dimensiones superiores a la música y el cine juntos, por dimensionarlo ante sus ojos. A veces se le acusa de crear malos hábitos sobre todo entre los jóvenes y de absorber su atención diaria por encima de lo razonable, evitándoles por ejemplo practicar actividad física saludable. Magnífica maniobra de alguna mente privilegiada hacer que estas prácticas interminables sean justificadas ante los progenitores de los jóvenes como prácticas deportivas. ¿En definitiva, quién va a afirmar que el deporte es malo o excesivo?
El hecho es que una institución deportiva del más alto nivel internacional ha dado por bueno el disfraz, aceptando lo inaceptable. Les he mencionado que el nuevo miembro de la familia deportiva tiene muchísimo más musculo económico que los miembros originales. Recordemos que los Juegos Olímpicos tradicionales arrastran capítulos de deudas, sobrecostes y desajustes financieros en sus sedes de los cuales nunca se habla en la pelea previa por ser sede de los mismos. Como la decisión del COI no es reversible, quisiera pensar que la aceptación del hermano digital servirá para mejorar la financiación de los Juegos Olímpicos deportivos, pero honestamente lo veo improbable. A ver quién le explica al jeque saudita que lo de Los Angeles no cubre el presupuesto y hay que arrimar el hombro por el deporte. No pretendo ser agorero, pero quizás la apertura de este nuevo supernegocio sea el principio de una larga jibarización del deporte olímpico tradicional, en paralelo a la evolución de los hábitos y gustos de las nuevas generaciones que mirarán a sus ídolos a través de un avatar, sin llegar a entender qué era eso de más alto, más rápido, más fuerte....
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