La fiesta olímpica más allá de París: el baloncesto en Lille, el fútbol en Marsella, Lyon...

La norteña Lille se convierte en la capital del baloncesto, mientras que en Marsella, Lyon o Burdeos el fútbol genera un interés desigual

Enric Bonet

Corresponsal. Lille

Miércoles, 31 de julio 2024, 16:49

«En los Juegos de Río y Tokio se veían a menudo estadios vacíos, pero aquí están llenos». Pierre, de 38 años y que trabaja como fisioterapeuta, destaca uno de los aspectos positivos en el arranque en los Juegos Olímpicos de París. Desde las pruebas ... celebradas en lugares icónicos de la capital francesa, como el BMX (Plaza de la Concordia) o el vóley playa (Torre Eiffel), hasta el tenis en Roland Garros, pasando por la natación o la gimnasia, las gradas se han llenado de espectadores. Un fervor deportivo que va más allá París.

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Lejos de la región parisina, las pruebas, sobre todo el fútbol y el baloncesto, tienen lugar en varios puntos del país vecino, como Marsella, Lyon y Lille. Esta localidad norteña, cercana a la frontera con Bélgica, se ha llevado la palma con el estadio Pierre Mauroy. El campo de fútbol del LOSC Lille ha sido convertido en una pista de baloncesto como ya sucedió en el Eurobasket de 2015. Allí también se disputará la fase final del balonmano. ¿Su aforo? Más de 27.000 personas. Todo un espectáculo que incluso ha impresionado a algunas de las estrellas de la NBA.

Un ambiente hostil para España

«¡Fue increíble! 27.000 personas… He visto tantas camisetas distintas de la NBA en las gradas. Me gusta cuándo este deporte une de esta manera a la gente», destacó Kevin Durant, tras brillar en el debut de Estados Unidos ante Serbia. «Nunca había visto a tanta gente en una pista de baloncesto», reconocía Aurélie Le Provost, de 33 años, una abogada que viajó el martes desde Lyon hasta Lille ver al héroe local, Victor Wembayama, quien estuvo a punto de perder ante la modesta Japón. Pese a las dudas generadas en el juego por los hombres de Vincent Collet, el Pierre Mauroy ruge cada vez que juega Francia con cánticos de la Marsellesa y de «Allez les bleus», además de música discotequera a todo trapo.

Esa atmósfera de espectáculo deportivo —más parecida a la de un partido de NBA que de Euroliga— también se reproduce con el resto de las selecciones. El estadio de Lille prácticamente se llenó en la mayoría de los partidos de la fase de grupos. «Hemos comprado las entradas esta misma mañana. Por solo 50 euros, pudimos ver dos partidos (España-Grecia y Australia-Canadá)», presumía Pierre, quien acudió con su hijo y otro amigo fisioterapeuta. El eficaz sistema de reventa, impulsado por los organizadores de París 2024, ha contribuido al buen aspecto de las gradas. Aún hay entradas disponibles por precios no siempre desorbitados.

Como era previsible, los franceses están sobrerrepresentados entre el público. En el caso del baloncesto masculino esto conlleva que España juegue en un campo hostil. «A los españoles los tenemos atravesados desde la época de los Gasol y Navarro», reconocía Kevin, 37 años y el amigo de Pierre, sobre la selección de Scariolo que ha vencido a Francia en numerosas ocasiones. La última vez fue en la final del Eurobasket de 2022. «Han silbado mucho más a los españoles que a los japoneses —rival de Francia—, incluido el himno. No me parece muy normal», lamenta Ana Gomar, de 35 años, una entrenadora valenciana presente en las gradas.

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Francia-Argentina, ¿un partido de riesgo?

Mientras que Lille vibra con el baloncesto, y probablemente también lo hará con el balonmano, un ambiente menos bullicioso se vive en aquellas sedes olímpicas lejos de París. Marsella, la segunda ciudad del país y con una fuerte rivalidad con la capital, está viviendo un verano más tranquilo de lo normal, según la prensa local. Y eso que allí hay las pruebas de vela y varios partidos de fútbol. El mítico Velódromo mostró un buen aspecto (unos 45.000 espectadores por una capacidad total de 67.000) en el debut del combinado de Thierry Henry ante Estados Unidos.

No obstante, las gradas del mismo estadio quedaron vacías con otros partidos con menor cartel, como el encuentro del pasado sábado entre Nueva Zelanda y Estados Unidos en que apenas hubo 9.000 espectadores. Algo parecido sucedió en Saint-Étienne (centro-este), donde apenas hubo 2.674 personas para ver un Canadá-Nueva Zelanda de la competición femenina. Esa fue la peor entrada en las últimas dos décadas en una prueba olímpica, si se deja de lado la edición en Tokio marcada por el covid-19. El fútbol suele tener un peso secundario en los Juegos y así sucede este año.

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A pesar de ello, los cruces en los cuartos de final han hecho que gane en relevancia para el público local. Francia y Argentina se verán las caras el viernes por la noche en Burdeos, en una reválida con los equipos B de la épica final del Mundial de Qatar. El encuentro estará marcado, asimismo, por las recientes polémicas por los cánticos racistas del argentino Enzo Fernández —no disputa los Juegos—, así como por el arbitraje y la invasión de campo por parte de aficionados marroquíes en el Argentina-Marruecos del 24 de julio. Todo ello ha aumentado la expectativa y la tensión por ese partido. Al menos durante una tarde el fútbol masculino atraerá las miradas en estos Juegos.

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