En el templo del kárate

Mis experiencias olímpicas ·

Sandra Sánchez ha hecho historia, pues será la única mujer del mundo que consiga en kárate ser campeona de Europa, mundial y olímpica en una efímera y excelente actuación, ya que su deporte, aparece y desaparece del programa olímpico en Tokio

Jueves, 5 de agosto 2021, 17:32

Sandra Sánchez ha hecho historia. Será la única mujer del mundo que consiga en kárate ser campeona de Europa, mundial y olímpica en una efímera y excelente actuación, ya que su deporte aparece y desaparece del programa olímpico en Tokio 2020, muy a su pesar ... y del de todas las personas que lo aman.

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Tuve el placer de entrevistarla durante su preparación en Sierra Nevada. A sus 39 años, ya era la mejor karateca en 'kata' del mundo. Incluso está en el libro de los récords Guinness como la mujer con más medallas en su deporte. Le ofrecí una goma o un lápiz y ella eligió el último para seguir escribiendo su magnífica leyenda, la que está creando con su vida.

Le faltaba la gesta más importante, la que más ilusión hace, la que crece a través del espíritu olímpico. La medalla de oro en unos Juegos se hacía posible en el país donde nació el kárate, en su templo, en Japón.

Su eterna sonrisa se convierte en la seriedad y el respeto más absoluto en el tatami. Entraba en él concentrada, con los ojos rasgados, focalizando todo su ser en el único objetivo posible para Sandra, ganar.

Desde casa, nos sacaba a todos del ensimismamiento con el primer grito desde el diafragma, el Kiai, y nos hacía soñar con su magnitud. Errar no formaba parte de su vocabulario. Han sido muchas horas de entrenamiento, en el más estricto silencio junto a su entrenador, seleccionador y marido, Jesús del Moral. Cuando la preguntaba por él, me decía que formaba parte de su todo y, ese todo, hoy se ha convertido en la plenitud de toda una campeona olímpica.

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Armonía, equilibrio, fluidez, energía, credibilidad, precisión, velocidad, ejecución perfecta es lo que mostró en cada uno de sus movimientos. Su karategui, impoluto, bailaba acompasando el ritmo perfecto que Sandra iba marcando en cada 'kata'. Solo su rival, la japonesa Kiyou Shimizu, podía sacarla de su sueño, pero la historia de Sandra solo tenía un final, ser la primera y última campeona olímpica en kárate de la historia en unos Juegos.

Cuando salió del tatami nos hizo también soñar, sabía que el secreto era dejarse el alma y así lo hizo. Rápidamente recuperó la sonrisa, se fundió en el abrazo más reconfortante con Jesús a sabiendas de que lo había conseguido. Colgarse la medalla le permitió que brotasen de sus ojos lágrimas de emoción, las mismas que brotaban en los de sus padres, en Talavera, orgullosos de esa niña que cambió el baile por el kárate.

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Sandra, gracias por tanto, gracias por todo. Enhorabuena.

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