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Se ha hecho esperar su debut olímpico, pero Roxana Popa no está para perder el tiempo. A sus 24 años, competirá el jueves en el programa completo de gimnasia tras lograr el domingo su clasificación. La española de origen rumano (nació en Constanza), que llegó ... a retirarse tres años cansada de un calvario de lesiones en su rodilla, disfruta ahora de su segunda oportunidad y relata, de forma directa y sincera, todas sus vivencias hasta llegar a Tokio.
– ¿Cómo lleva la ilusión de estar en unos Juegos?
– Después de todo lo que he pasado, cuando me veo en unos Juegos todavía no lo asimilo. Y si lo pienso es un bombazo emocional que me vengo abajo, así que prefiero no pensar, que esté guardado ahí para cuando termine la competición.
– ¿Llegar con 24 años a los Juegos y a la final es un premio?
– Bueno, algunos deportistas se lo toman así, pero para mí es un obstáculo más a superar. Un premio sería la medalla, aunque estar en la final sí que es algo muy importante
– ¿Ha llegado a Tokio en su mejor momento?
– Rotundamente sí. Estoy mejor incluso que antes de la lesión, cuando me rompí la rodilla en el 2014, así que vamos a tope.
– Hablaba de superar obstáculos. Así ha sido su vida desde que se lesionó la rodilla.
– Tuve tres operaciones de rodilla y en 2016 me alejé del deporte, una decisión que no tomé porque quise, sino porque no me quedaba otra. Y a principios de 2019 se me torció el plan, acabé de nuevo en el gimnasio, subiendo a una barra, haciendo cuatro aparatos, clasificándome para un Mundial donde logré una sexta plaza y mi billete a los Juegos y aquí estoy.
– ¿Cuando dejó la gimnasia en 2016 había espacio para una segunda oportunidad?
– Para nada. Después de todo el sufrimiento físico, psicológico y emocional que había pasado, no es que no quisiera volver, es que realmente no quería saber nada de la gimnasia. Suena duro, suena triste, pero es así y no tengo por qué ocultarlo.
– Y tres años después vuelve de una manera peculiar.
– Sí, yo hice el curso de entrenadora de gimnasia, tenía que hacer horas de práctica durante el curso y lógicamente fui al gimnasio de mi club, en Los Cantos Alcorcón. Hablé con mi entrenadora Raquel y me dijo que sí, que hiciera las horas que necesitaba en el curso y a mi ritmo. Pero como digo yo, una vez que eres gimnasta, eres gimnasta para toda la vida. Cuando nadie me veía, me subía a pasear por la barra o intentaba otros ejercicios. Y al gusanillo de estar de nuevo en el gimnasio se le sumó que veía que mi rodilla estaba bien.
–Y el empujón final llegó de casualidad.
– Una de las niñas que iba a salir en una prueba por equipos se hizo daño en la rodilla, se decidió que era mejor que no saliera a competir, y como le vi a mi entrenadora agobiada me vine arriba y le dije que me encargaba yo.
– ¿Y qué sintió al competir de nuevo?
– ¡Me dio absolutamente igual! Fíjate que yo soy superambiciosa y que voy siempre a por todas, pero esta fue la única prueba de mi vida a la que salí sin ninguna presión. Realmente lo hice para ayudar, y después a mi casa y se acabó. Y mira dónde estoy dos años después...
– Pero este proceso de pasar del gimnasio de Alcorcón a ser sexta en el Mundial de Stuttgart tampoco fue sencillo de asimilar...
– Me pegó un pelotazo la cabeza... Es que lo que hemos hablado de Alcorcón fue en febrero de 2019 y en junio ya estaba en el Nacional haciendo cuatro aparatos y quedé cuarta. De ahí me propusieron preparar el Mundial, fui finalista, me gané la plaza olímpica, y fue todo muy exagerado. Y en ese momento dije que tenía que tomarme un respiro porque no era capaz de asimilar todo lo que me estaba pasando, estaba muy agobiada, así que frené un poco para respirar y volver a tomar impulso.
– ¿La pandemia entonces fue un freno o una ayuda?
– Al principio cuando supimos del aplazamiento de los Juegos me lo tomé bien, porque pensé que tenía más tiempo para prepararlos, pero luego empecé a pensar que iba a perder otro año en acabar mis estudios, en hacer las prácticas, de hacer mi vida... Sin embargo, entendí que todos mis proyectos podían esperar un año más.
– ¿Es cierto que sus ejercicios están adaptados a su cuerpo, a sus lesiones?
– Eso es, a mi rodilla, a mi hombro malo, a mi codo... es que estoy tocada en zig zag por todas partes. Están manipulados para que mi cuerpo pueda aguantar pero sin restarles dificultad.
– Para ir a por todas...
– Hombre, por supuesto. No hemos venido aquí a jugar a las cartas, jeje.
– ¿Todas estas vivencias qué le han enseñado?
– Por una parte me ha enseñado a escuchar a mi cuerpo siempre y por encima de todo. Si yo siento que no, es que no. Mi salud va por delante. He madurado mucho. Y por otro lado, el haber tenido que dejar el deporte, el haber salido de la burbuja de entrenamientos, te permite entender que cuando tienes un mal entrenamiento no es el fin del mundo. Yo entendí que los problemas de la vida real son muy diferentes a un mal entrenamiento y desde entonces tengo una relación más sana con mi deporte. Si un día entreno mal, pues intentaremos hacerlo bien al día siguiente, pero sin dramas. Y la cabeza funciona mucho mejor.
– Y así ha llegado a los Juegos...
– No quiero tachar todo el trabajo que he hecho, pero realmente es que creo que ahora se han alineado los planetas a mi favor y alguien ha dicho, 'ahora te toca'.
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