Los Hispanos ponen el broche de bronce a una trayectoria de campeones

España soltó una primera parte diferente. Por mucho que se dispute un bronce, cuando un equipo con una media de edad de 33 años juega el octavo partido en quince días cabe esperar un juego pausado, controlado, en el que la pauta la encaucen los procedimientos en ataque. Pues no. Para nada

Los Hispanos salieron a por el metal a toda velocidad, dispuestos a aprovechar los problemas en el repliegue de los egipcios y a sacar tajada de sus lagunas defensivas. Y salió bien. En cuanto España ajustó la defensa y Gurbindo comenzó a cortocircuitar las circulaciones de los africanos con sus inteligentes salidas el partido empezó a inclinarse del lado de los españoles. Las pérdidas del inicio del partido, incluida una insólita al sacar de centro, se acabaron y con ello se cerró el grifo de los empates y los que capitanea Raúl Entrerríos fueron adquiriendo una ventaja corta pero cómoda.

Pero había que volver a la esencias, oye, que se estaba peleando por una medalla y había que sufrir, qué narices. Y en el segundo periodo España empezó a diluirse y los egipcios a encontrar los agujeros en la defensa. El trabajo táctico de Roberto García Parrondo con los africanos es extraordinario. Les ha dotado de una riqueza impensable hace unos años aprovechando el trabajo de David Davis, su predecesor. Los que fueran jugadores de Juan Carlos Pastor en el BM Valladolid han convertido a un equipo con potencial en un grupo que ya está en la élite mundial.

Con todo, los Hispanos está todavía un punto por encima de los faraones. Visto que en el ataque solo Antonio García tenía claridad, el grupo entendió enseguida que en los diez minutos finales el partido se iba a ganar atrás, en la defensa. Con piernas, con anticipación y con contactos. Y fueron negando una tras otra a sus rivales las posibilidades de que se pusieran por delante. El desgaste mental que les supuso a los egipcios remar y remar sin llegar a la orilla acabó provocandoles lagunas defensivas. Mortales. Alex Dujshebaev y Entrerríos cerraron el partido y con él cerraron una época del balonmano español. De la manera que se merecía.