Marta San Miguel
París
Miércoles, 7 de agosto 2024, 22:12
La medalla que cuelga del pecho de las nadadoras españolas tiene el color de los adornos de su traje de baño, aunque a veces, según se vieran los visos que hacía el agua, esos metales fueran en realidad dorados. Tras más de una década de ... sequía, el equipo de natación artística volvió a subirse a un podio en los Juegos de París y se cuelgan una medalla que tiene tanto de premio como de guía para el futuro; porque hay visos, hay huecos y hay riesgos en una disciplina que había pasado de la marejada a puro agua estanca, hasta este miércoles, en París, cuando España ha vuelto a revolverse y a espumar la disciplina en la que fue reina. Y todo, con un equipo que puede crecer de la mano de la entrenadora japonesa Mayuko Fujiki. Ayer, había rebeldía en el agua, había una elegante agresividad como la que avecina el sonido de unos tacones en un espacio cerrado con eco; había herencia y méritos propios al servicio de una rutina acrobática que convenció a los jueces (les dieron 900.7319 puntos) pero sobre todo al pabellón, que por tercer día consecutivo se volcó con las españolas como para sacarlas de la profundidad en la que se habían sumergido desde 2012: «El camino ha sido muy largo, pero estamos muy orgullosas», decía ayer Fujiki.
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Ver sobre el podio a Iris Tió, Alisa Ozhogina, Blanca Toledano, Lilou Lluis, Marina García Polo, Meritxell Ferré, Paula Ramírez y Txell Mas dando brincos con su chándal rojo, el pelo dorado (dorado, sí, el dorado del bronce), las manos entrelazadas y el idéntico sentido de sus miradas al agacharse para recibir la medalla las hace aún más miméticas también en tierra. Esa imagen tenía ayer una reminiscencia que te hacía retrotraer a los tiempos de la hegemonía española en el agua. Hay que irse hasta Londres 2012 para contar la última medalla olímpica, cuando ganaron un bronce que se añadió a la plata del dúo de Ona Carbonell y Andrea Fuentes. ¿Como no trazar paralelismos si ambas protagonistas de aquella cota deportiva estaban ayer en la piscina de Saint Denis? ¿Cómo no añorar ese tiempo de sirenas que ejercían su poder con la voz de Anna Tarrés? El pasado y presente de la disciplina es español, porque si en casa celebramos ese bronce por equipos, el podio lo lideraba la propia Tarrés, que ha puesto al equipo de las chinas a una altura donde no alcanza al vista, y la plata era de la medallista olímpica Andrea Fuentes, con EEUU.
«Las chicas han competido muy bien, y si pensamos en la próxima cita olímpica, tenemos tres chicas muy jóvenes en este equipo», decía Fujiki: «No hay que cortar ninguna generación, por eso hemos traído muy jóvenes». Las ocho nadadoras saltaron a la piscina del Centro Acuático de Saint Denis sabiendo que nadaban con la marea a favor; si en Tokio se fueron de vacío, los tres años de este ciclo olímpico les han servido para construir un equipo empático y solvente, de veteranas y nuevas promesas que hacían creer en que el cambio era posible. Quizá tuvo algo premonitorio que Ona Carbonell fuera la encargada de dar los tres golpes con el bastón que marcan el inicio de las competiciones en París.
Tras dos días de competiciones, con las rutinas libres y técnica, España saltaba ayer al agua terceras en la tabla, por detrás de China y EEUU. Su estrategia: jugársela a los ejercicio de mayor dificultad para que los 'base mark' (las penalizaciones de la nueva normativa) no les bajaran la nota de tener algún error. Francia y Japón las rodeaban, pero por muchas corrientes submarinas que quisieran moverlas de ahí, se agarraron a su pedazo de podio. La prueba empezó con las australianas, que realizaron el ejercicio con menor dificultad de la serie, seguidas por Egipto, que tiró del 'El Rey León', pero sin amenazar ningún reinado. La selección francesa a ritmo de 'Cancan' casi se carga la espiración española, pero bailó a la suficiente distancia como para ocupar al final el cuarto puesto (con 886.6487 puntos). España saltó al agua con los acordes iniciales de 'Carmina Burana', de Carl Hoff, para construir atmósfera, y una vez dentro, integradas bajo el agua, entraron en batalla a ritmo de Eminem; rimaron la fuerza con la osadía, las acrobacias con las apneas, el empeño con la necesidad de pasar pagina. Porque el peso del metal, acumulado en la memoria y en la ciénaga del pasado prescrito, te puede hundir. Pero este miércoles, en París, tras haber bailado con el genio 'Aladdín' y con el amor prohibido de West Side Story en las dos rutinas anteriores, España sacó la cabeza.
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