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Javier Asprón
Enviado especial a París
Viernes, 26 de julio 2024, 00:10
En París no estará Jesús Ángel García Bragado. Y teniendo en cuenta que este viernes se inauguran unos Juegos Olímpicos, eso no es cualquier cosa. Será la primera cita sin él desde Barcelona 92. Han pasado 32 años desde que el marchador madrileño debutara siendo ... un pipiolo en los Juegos de casa, el evento que marcó su carrera de adolescente, cuando empezaba a pensar en dedicarse al atletismo. Tanto le gustó la experiencia que decidió seguir y no parar hasta Tokio 2020. Ocho presencias en total, más que ningún otro deportista español en la historia, y a solo dos del hasta ahora inalcanzable jinete canadiense Ian Millar y de la georgiana Nino Salukvazde, que se unirá a él este sábado cuando debute en el campo de tiro de Chateauroux.
Chuso, como le llaman todos, ha sido testigo directo de buena parte de la transformación olímpica en estas tres últimas décadas, y ahora asiste a la ceremonia de inauguración con una sensación «rara». «En realidad yo aún no estaría allí porque viajaba siempre en la segunda semana salvo que la cita fuese muy lejos, como Sídney o Pekín», empieza rememorando el marchador. «Incluso en Río viajé tardísimo porque venía de una lesión grave y quise esperar a que mi médico volviese de vacaciones para asegurarme de que estaba todo perfecto».
Asume que en todos estos años han cambiado muchas cosas, aunque casi ninguna que afecte a la personal relación que se establece entre el deportista y el evento. «Me sorprende la cantidad de países que participan ahora y su nivel. Si ves el medallero cada vez está más repartido. Luego ha habido un salto enorme en la tecnología, en el modo de contar los deportes, en la presencia de la mujer, la irrupción de nuevas disciplinas... Los Juegos se han ido haciendo tan enormes en todos los aspectos que resulta complicado reducirlos y convertirlos en algo más sencillo y accesible».
Bragado se estrenó con 22 años y terminó su aventura recién cumplidos los 50. Experiencias tiene de todos los colores. Algunas buenísimas, otras más amargas. Por ejemplo, se retiró sin conseguir una medalla. Es la espinita que le queda y que de vez en cuando aún le asalta la cabeza. Varias veces estuvo cerca de conseguirla, la que más en Pekín 2008, donde acabó cuarto (también fue quinto en Atenas 2004). Dos de los medallistas en la capital china acabaron estando implicados en casos de dopaje, pero nunca se les quitó aquellos premios. Ahí, Bragado ya utilizaba su «método». Esas carreras de atrás hacia adelante que le iban tan bien. Recogiendo cadáveres. «De lo malo, me quedo con mi actuación en Atlanta, en donde me acabé retirando con calambres después de salir demasiado fuerte. Con la experiencia que luego acumulé está claro que hubiese planteado la carrera de otra manera».
Hoy en día, asegura, valora mucho más su récord de longevidad que cuando estaba compitiendo. «Veo a Nadal, que llega justo, o a Mireia Belmonte, que no se ha podido clasificar, y me doy cuenta de lo tremendamente complicado que es». Y explica que no hay ningún secreto oculto para lograrlo, más allá de mantener la ilusión intacta y conseguir que las lesiones le respeten a uno lo suficiente. Él padeció varias, especialmente en la cadera, pero tuvo la fortuna de que no le llegaran nunca en un momento crítico. «En mi caso solo hay determinación y motivación. Esto es como las pilas alcalinas. Había que seguir hasta que se agotasen. Y luego, yo le di un sentido a mi retirada. Tuve claro dónde y cuándo hacerlo. Mi disciplina, los 50 kilómetros marcha, salía del programa olímpico en Tokio, y cuando lo confirmaron algo se encendió en mí. Yo ya estaba de comentarista en televisión, pero supe que quería que esa fuese mi última carrera».
Antes, en Río 2016, recibió un fabuloso homenaje de toda la delegación española por alcanzar las siete presencias olímpicas que aún provoca que se le humedezcan sus ojos. Allí estuvieron también Teresa Portela, Rudy Fernández y Pablo Herrera, que en París se han convertido en los herederos de García Bragado en cuanto a participaciones. La gallega alcanza siete; el balear y el castellonense, seis. «Son extraterrestres», les elogiaba esta semana Alejandro Blanco por su compromiso y resistencia.
«Los Juegos han cambiado mucho», vuelve a decir con nostalgia Bragado, que por primera vez en 36 años, desde Seúl 88, los verá en la televisión sin poder vivirlos in situ. «Surgió la opción de ir, pero mi madre tiene 91 años, está delicada y yo estoy más tranquilo estando aquí. Los veré por la tele con mi padre. Tendré ese placer. Es el plan».
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