Laura Marta
Enviada especial a París
Jueves, 1 de agosto 2024, 20:05
Carolina Marín supera los octavos de final con un susto que le hace ponerse las pilas. La estadounidense Beiwen Zhang, muy firme y efectiva en el primer set, la pone en muchos apuros durante los 70 minutos de partido. Pero se levanta la española, que ... nota demasiado peligro ante una posible eliminación que no entraba en sus planes y saca ese impulso agresivo con el que, finalmente, accede a los cuartos de final.
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Hay un gesto de resignación de Marín hacia su entrenador, Fernando Rivas, que trata de activarla desde la esquina. Sorprende el resultado porque son unos octavos de final y cae la onubense por 11-3 en el primer set ante Zhang. Algo está fallando, pero trata de encontrar soluciones y se acerca poco a poco a la estadounidense. Pero el ataque es demasiado duro, seco, ni una concesión cuando la atrapa en la red.
Se pasa Marín la mano por la cara, limpiándose del pasado y encontrándose una nueva imagen de ella. Como si no hubiera pasado nada, salta a la pista, raqueta en ristre, mirada agresiva cuando Zhang ejecuta ese saque tan alto con el que empieza el punto. Por fin encuentra ese punto de intensidad que se le había escapado en el primer set. Un paso más firme y más adentro con el que empujar a la estadounidense hacia atrás. Va a ser difícil, porque cede poco la rival, por eso necesita un poco de carácter de Marín: remate con furia cuando tiene un volante fácil a tiro para poner dos puntos de distancia al inicio del segundo set.
Amplía la distancia a cuatro puntos (12-8), pero aun así está sufriendo Marín, que suelta un grito ante un error de la rival que es más de alivio y tensión que de ánimo. «Vamos, vamos, vamos, vamos», se repite una y otra vez. Respira y respira y respira la estadounidense, que está cansándose y ve que Marín, al contrario, parece encontrar energía en la remontada. Tanto que se deja llevar y deja pasar este segundo set y concentra las energías para el tercero.
Marín ha aprendido a llegar a esos golpes cada vez más cerca de la red y a responder con reflejos de gato cuando la estadounidense ve la oportunidad. Así comienza una igualada batalla mental. Ya se conocen, ya han puesto en marcha sus estrategias y toca aguantar. Respira ahora Marín, que choca el volante en la red y son dos puntos para la estadounidense. Demasiado peligro para una ronda tan pronta en su sueño de recuperar el oro olímpico. No puede evitar el grito de rabia cuando es la rival quien falla y puede acercarse al 5-6. Y dobla el grito cuando fuerza otro error con el que llega el empate.
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El pabellón empuja, muchísimas banderas españolas apoyando a la onubense que ha pasado de víctima a verdugo con la estrategia de atraer a la rival a la red. Y la estadounidense choca en su propia práctica para regocijo de Marín y Rivas, puño en alto porque se amplía la ventaja a tres puntos. También suda la española, vestido pegado al cuerpo, rizos pegados al rostro, y se habla, se habla y se habla dándose ánimos y acompañando la mano en señal de 'sigue, sigue, sigue'.
Si el tenis es rápido, como decía Rafael Nadal, el doble es el bádminton, o el triple. Se puede perder un partido en treinta segundos, como decía Marín en la previa. Y le toca estar de nuevo concentrada hasta el agotamiento porque hay dos despistes y la estadounidense se acerca. Ni los dos puntos de colchón permiten respirar a Marín. Los nervios se cruzan en su frente y en su entendimiento, que pregunta y repregunta al juez de silla si le quedan dos peticiones de videoarbitraje o no.
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Es una estrategia, para respirar, para desconcentrar a la rival. Y si eso no funciona, que la estadounidense sigue a un solo punto e incluso empata a quince, Marín saca otro truco: se mueve por la pista hasta el saque sin apartar la mirada de su rival mientras se va repitiendo 'vamos, vamos, vamos' en tono amenazante. Surte efecto, porque se marcha de tres puntos con un golpe directo suyo y dos errores de la rival.
La revisión de la jugada todavía pone más tensión a este final porque hay que esperar un par de minutos a que la cámara enfoque a que el último cruzado de Zhang se ha ido por milímetros. Volante de partido para Marín, que se toma su tiempo porque no quiere fallar, que ya sufrido bastante. De ahí que se precipite en esa primera oportunidad, pero aprende para la segunda, con la que fuerza la rendición total de la estadounidense. Se sufre, pero se está en cuartos.
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