Adiós a la generación de oro del baloncesto español

Lástima profunda que el combinado que maneja Sergio Scariolo con otra muestra abierta de sus variantes tácticas no extrajera todo el jugo posible a una puesta en escena soberbia. Nada menos que diez puntos de renta en el minuto 17 (39-29) con Claver incomodando de salida a Durant tal como se preveía ante de la erupción del fenómeno, momentos de zona 3-2 para ralentizar el dinamismo ofensivo de USA, el liderazgo irrebatible de Ricky -qué lejos quedan sus tiempos de tiro bajo sospecha-, las aportaciones de la segunda unidad y el compromiso absoluto de una familia que crece cuando juega unida. El talento natural de Chacho Rodríguez, el descaro por instantes de Llull y el coloso Hernangómez bajo ambos tableros, ayudado por Claver, permitían soñar con los ojos abiertos. Una fase de sensaciones ambivalentes entre el gozo de un baloncesto español muy bueno y la sufrida certeza de que el cuadro estadounidense encadenaría unas cuantas canastas. Como así ocurrió con el parcial en un pestañeo que condujo un duelo de altísimo nivel al empate en el descanso. Cuatro ataques efervescentes del rival encontraron los claros por donde equilibrar el encuentro.

Ahí, tres minutos antes del intermedio comenzó a fraguarse la derrota de La Roja, vestida otra vez de blanco. A la vuelta de los vestuarios se juntaron los fallos de cuatro bandejas aparentemente sencillas con las evocaciones norteamericanas al excelente juego que construyó el venerable Gregg Popovich para forjar el anillo de San Antonio en 2014. Baloncesto exquisito, fundamentado en la defensa, claro está, pero también sobre los cimientos de un ataque tan eficaz como hermoso. La paciencia adelante, el movimiento del balón, el juego aéreo sobre el terrestre, el pase de más y la armoniosa ocupación de las esquinas propulsaron su triunfo. El 49-65 del minuto 26 a través de tantos valores golpeaba el muro español. Y sin embargo, aun con el fatalismo que flotaba en la atmósfera encapsulada del inmenso recinto japonés, el ejército de Scariolo se negó a arrojar la toalla al cuadrilátero.

Especialmente Ricky, autor de una anotación portentosa, que encontró aliados en su compañero de puesto Chacho y en la decisión del banquillo para perseguir el casi imposible con sólo Willy o Garuba como hombre interior, dos bases a la vez y otros tantos componentes de perímetro con el fin de aprovechar el tiempo. Hubo arrojo y determinación en todo ello hasta el punto de acechar al coco americano (65-69, minuto 31), pero al ya despierto desde hacía rato Durant -qué estética en sus estocadas- y las contribuciones salpimentadas de Lillard y Booker se sumó la traca final de Tatum. El alero de los Celtics que llevaba un mal campeonato tomó el descabello para abatir a un adversario emotivo en el último baile de Pau. Lástima que el espejismo de la primera parte basado en hechos reales no bastase para añadir IVA a la monumental carrera de Gasol I 'El Emperador'.