'Julen, selección' cantaba Las Gaunas. Y Julen (Lopetegui) saludaba al fondo de general cuando cruzaba la cancha y se disponía a proteger la portería del Logroñés; en la segunda parte, el mismo rito: a la salida del camerino, Lopetegui se enfundaba los ... guantes tras la otra valla y saludaba de nuevo a la grada, que coreaba al unísono la mima tonada: 'Julen, selección'.
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Un himno que resultó profético. Por partida doble. Porque, en efecto, Lopetegui acabó viajando en dirección al combinado nacional, en aquella época (primeros años 90) en que La Rioja vivía sus años más gloriosos entre la púrpura del fútbol español. Lopetegui se calzó la camiseta española mediante un itinerario de gran mérito: porque acceder a la condición de cancerbero de la selección enrolado en un modesto de la Liga, aquel añorado Club Deportivo Logroñés, no era lo habitual. Pero es que tampoco el resto de atributos que le acompañaban eran usuales. Portero de gran envergadura, tremendo físico y gran personalidad, Lopetegui era también un gato con los pies, muy hábil en el uno contra uno y listo. Muy listo. Así construyó su carrera: aprovechando cada oportunidad, viendo por lo tanto Las Gaunas como un trampolín para causas mayores.
Que aguardaban al término de sus años de blanquirrojo. Lopetegui se mudó a Barcelona, alcanzó el tipo de jugosos contratos que garantiza un grande de la Primera División y aunque sus años en el Camp Nou tuvieron más banquillo que césped, aprovechó para consolidar su estatus. De nuevo, reapareció aquel Lopetegui astuto que desataba la euforia en Las Gaunas para cimentar su incipiente carrera como técnico, que se inició de hecho cuando aún estaba en activo como jugador.
Porque Lopetegui era entrenador ya de portero. Cualquiera que lo viera dirigir a su defensa, estudiar los entrenamientos que comandaban sus técnicos en Logroño, hilar tertulia tras tertulia para hablar de fútbol y más fútbol con quien tuviera al lado podía pronosticar que su destino era ser entrenador. Lopetegui llevaba todo el día la radio puesta, no desaprovechaba ninguna ocasión para aprender de sus jefes y construía además una sólida relación con el Gotha del fútbol español que le serviría, luego de retirarse en el Rayo, para protagonizar una precoz carrera como técnico que ahora le lleva adonde profetizaba la afición de Las Gaunas: a la selección, por supuesto.
Donde le toca relevar a uno de sus mitos, ese Del Bosque con quien concidió cuando llegó de chaval a Chamartín, alistado en la factoría blanca como promesa del fútbol nacional. Como sucede con tantos alevines del Real Madrid, acabó convertido en realidad lejos de su cuna, de lo cual se aprovechó desde luego el Logroñés, donde la grada le convirtió en uno de los suyos. Uno de sus predilectos. Uno de los mitos que defendió la casaca blanquirroja. El primer futbolista en ser seleccionado por La Roja jugando en el Logroñés. La misma selección que ahora pasa a pilotar.
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