Secciones
Servicios
Destacamos
Javier Bragado
Domingo, 14 de junio 2015, 22:51
Desde que la exitosa fórmula de Pep Guardiola en el Barça impregnó a la selección española la labor del delantero centro ha estado en el centro de debate. Con un estilo de toque y llegada por la multiplicación de centrocampistas sólo David Villa se libró ... del exilio gracias a su capacidad multifacética. Vicente del Bosque el técnico siguió la línea marcada anteriormente y atendió a las sugerencias de hombres fuertes como Xavi Hernández para plantear los encuentros.
El técnico salmantino ha experimentado con varias soluciones pero especialmente con el llamado 'falso delantero centro'. Cesc Fàbregas fue el elegido en más ocasiones a imitación del recurso del Tata Martino en el Barça o incluso David Silva adelantó su posición para ejercer como última referencia. De hecho, el canario es el segundo máximo anotador con La Roja (21 goles) en la etapa de Del Bosque [Villa sumó 41]. Sin embargo, ninguno ha cautivado al exentrenador del Real Madrid en sus nuevas funciones y la irrupción de Diego Costa fue recibida como el maná del cielo. Se aceleraron los trámites de su nacionalización, se facilitó su ingreso en el grupo y se le defendió con tesón ante las críticas de su país de nacimiento y las dificultades para encajar su figura en el 'modus operandi' de la selección española.
Con el delantero del Chelsea lesionado Del Bosque ha tenido que elegir entre continuar con su apuesta por el delantero centro o por arietes disimulados. El último escogido ha sido Álvaro Morata, el emigrante que recuperó el prestigio como referencia de una Juventus campeona de Liga y Copa y subcampeona de la Liga de Campeones. En el trayecto italiano el madrileño apartó a Fernando Llorente de sus opciones en el club blanquinegro y de la delantera de España, pero parece que seguirá el mismo proceso natural que terminó por devorar a sus antecesores.
Morata exhibió frente a Bielorrusia su movilidad y sufrió el síndrome del espectador. Sólo disparó tres de los 17 remates a puerta del equipo y la mayor parte del tiempo vio como la legión de mediapuntas se repartían el balón a la manera habitual. Incluso en un contragolpe -esa suerte que ha perfeccionado en Italia- Pedro le negó la opción al perderse en regates y la jugada acabó con un disparo desde fuera del área mientras Morata agachaba la cabeza sabedor de que es un actor secundario en un ecosistema que le excluye. Volvió a presentarse la oportunidad para representar su papel favorito en el minuto 9 de partido y esta vez su lanzamiento fue detenido por Gorbunov. Entonces el delantero canalizó la momentánea decepción en una falta sobre el rival que le costó la tarjeta amarilla por sus maneras. Calmados los ánimos insistió con su desmarques, su trabajo de servicio para los centrocampistas y descubrió que en España el rol del ariete está apartado. Ni siquiera cuando con el choque en tiempo añadido sus compañeros le otorgaron la oportunidad y el guardameta le birló ese última pequeña victoria. Pero Morata ha asumido el papel del '7', el número solicitado por él mismo porque sabe que, ahora, no es país para nueves.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.