Logroño vuelve a soñar en blanco y rojo

Las llamadas al calor del público y a su apoyo son uno de los guiños habituales de los futbolistas, a veces tramposas, en ocasiones sinceras. Lo único auténtico es que sin espectadores el deporte no sería lo mismo. Y, a expensas de lo que suceda en los próximos meses debido al COVID-19, la afición blanquirroja ha respondido en la última campaña de manera espectacular. Como el propio club, las gradas de Las Gaunas han vivido momentos de éxtasis y también de desconexión. Ahora, en el año del ascenso más extraño y deseado, la electricidad que se ha sentido en el Municipal y también en numerosos desplazamientos ha superado ampliamente los voltios recomendados.

La chispa, que los más animosos habían mantenido encendida durante los años oscuros (en la temporada 2013/2014, la UDL registró 1.910 abonados), prendió con más fuerza gracias a los 'play off' de Carlos Pouso y se convirtió en incendio de la mano de Sergio Rodríguez el pasado curso. La gran temporada, con el segundo puesto final en la liga, sólo por detrás del Racing, la eliminación del Badajoz y el espíritu de remontada en el que se sumergió la ciudad en el duelo ante el Hércules provocó que 10.774 personas pasasen ese 15 de junio del 2019 por taquilla. Una derrota deportiva que se ha acabado convirtiendo en un triunfo del fútbol en la capital riojana.

Porque el que probó, acabó repitiendo y esta temporada la entidad ha visto cómo la cifra de abonados llegaba a 4.379 (un 25% más que el año pasado) y que por los tornos de Las Gaunas, en los 14 encuentros ligueros disputados, pasaban 58.287 personas. Sin embargo, las cifras más espectaculares iban a llegar en Copa del Rey. Tras superar a Marino de Luanco y Cádiz (encuentro que concitó la atención de más de 5.000 personas de pago), la eliminatoria frente al Valencia atrajo a Las Gaunas a 11.152 personas. Todo un hito en la ya cada vez más larga historia del club de Félix Revuelta.

Las últimas jornadas disputadas en Las Gaunas supusieron un aumento exponencial en la asistencia. Se tocó fondo contra el Alavés B, con 2.686 espectadores en un frío 15 de enero, pero gracias a iniciativas como ofrecer entradas baratas a los socios o regalarlas a cambio de comida para el Banco de Alimentos, en las últimas citas, Las Gaunas superó los 6.000 espectadores (Salamanca CF y Osasuna B) y se quedó cerca ante el Amorebieta, el último encuentro del curso disputado en el Municipal.

Pero si por algo ha destacado la afición de la UDL en los últimos tiempos ha sido por convertir los desplazamientos en un ritual divertido y, casi siempre, con final feliz. Más de 400 blanquirrojos en el Reino de León, medio millar en Merkatondoa y en Lezama, más de 800 en Tudela y en El Mazo... Cifras que no son capaces de expresar los sentimientos que encierran. La pasión por el equipo, en los buenos y en los malos momentos, aquel 'nunca caminarás solo' pero en versión calimochera, el 'vamos a Segunda, con el Logroñés' convertido en himno oficioso al final del invierno... Todo acompañaba para acercarse a unos 'play off' que prometían batir récords de asistencia y también de alegría. Porque esta campaña, con el coronavirus o sin él, era la de la Unión Deportiva Logroñés y la de sus aficionados.

Muy lejos quedan en la memoria ese impulso inicial del club, con abonos a precios irrisorios y 6.200 personas que arroparon a la UDL en el primer año de su nacimiento. Entonces, con peñas surgidas de la nada y la ilusión de que Logroño volvería rápidamente a la élite, nadie esperaba una larga travesía por el desierto. La arena y las dunas acabaron por sepultar a parte de esa incipiente masa social. Aunque en el trayecto se pudo descansar en varios oasis.

La Copa del Rey trajo al Valencia de Adúriz, Alba, Joaquín, Mata o un jovencísimo Isco en octubre del 2010 y logró reunir a 9.000 curiosos ávidos por volver a sentirse de Primera. Pero en la competición liguera, el ascenso seguía lejos, demasiado lejos. Eran temporadas de ilusión menguante hasta la aparición de Carlos Pouso. La primera alegría con el técnico de Lejona la trajo, de nuevo, la Copa del Rey. El Sevilla volvía a la capital riojana, con más de 5.000 espectadores en las gradas. Pero el subidón de adrenalina blanquirroja se disparó con la primera clasificación del club para el 'play off'. Sin embargo, lo que debía ser alegría en Torrent se convirtió en vodevil. El nombre de Pulido Santana y de Rayco Marrero siempre estarán unidos a la historia del club. Y la esperpéntica llamada de la megafonía en busca de un árbitro asistente, y las dos expulsiones y un penalti pitados en favor de un Huracán pensado y financiado para ascender. Más de 200 incondicionales se volvieron a Logroño con la sensación de que les habían robado. Fue uno de los momentos dramáticos de la corta historia blanquirroja pero también de los más reactivos: ya se conocía el infierno de la injusticia, ahora tocaba remontar el vuelo.

Otra vez con Pouso se logró la cuarta plaza en liga y la parroquia sintió de nuevo el hormigueo del 'play off', de los sueños por cumplir. Se dejó en la cuneta a un Villarreal B superior (Las Gaunas rozó los 7.000 espectadores) y se murió en el infierno hispalense. Ante el Sevilla Atlético (más de 8.000 aficionados blanquirrojos en la ida y casi 300 fieles en el Viejo Nervión) los sueños quedaron achicharrados por el calor y la decepción.

La UDL encadenaba dos 'play offs' consecutivos y la exigencia crecía, pero las dos siguientes temporadas se saldaron con decepciones en lo futbolístico, aunque con una base social cada vez más sólida. Hasta el curso 2018/2019 y la gesta frente al Badajoz y la derrota ante el Hércules que terminó por construir una identidad de equipo llamado a la élite. Por fin ha llegado. 20 años después, Logroño vuelve a sentirse grande. La travesía por el desierto ha terminado.

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