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Una tarde de la primavera de 1977, una invasión de campo en el viejo Las Gaunas, con la hinchada blanquirroja diseminada por el desaparecido estadio, sancionó el primer ascenso que vivía en muchos años el también desaparecido Club Deportivo Logroñés. En primer plano ... de las fotos que recordarían para siempre ese momento de dicha, Jesús Irízar. Centrocampista, líder y arquitecto desde su posición de mariscal de campo de aquel equipo que acababa de subir a Segunda B. Un futbolista veterano ya entonces (había nacido en 1947), ídolo de la afición, que desde el callejón del diez templaba, paraba y mandaba: una especie de Manolete en pantalón corto que se había convertido en una leyenda en blanco y rojo. Una leyenda que acaba de fallecer este miércoles en Logroño, a la edad de 72 años.
Como recuerda con detalle y minuciosidad la web http://www.elblogroñes.com, Irízar llegó a Logroño ya como una leyenda del fútbol de entonces. Lo fichó el llorado Cesáreo Remón, que se aseguraba con su calidad el tipo de jugador dispuesto a echarse al resto del equipo a la espalda y transitar desde las catacumbas de Tercera a la división de bronce del fútbol español, aquella Segunda B entonces recién inaugurada. Quien acudiera a Las Gaunas pudo confirmar desde temprana hora la pertinencia de su fichaje. Provisto de un motorcito de gasoil, con severos problemas ya de reprís por su avanzada edad, Irízar se las apañaba para impartir su docencia como sabio del fútbol, con una calidad técnica y táctica que maravilló a sus incondicionales. Tenía algo de Curro Romero, capaz por lo tanto de más de una espantada. Un señuelo para arrancar en el partido siguiente más y más olés de admiración.
Era también un centrocampista con gol. Por su llegada, su intuición felina en el área y su habilidad para el disparo de media distancia, que ejecutaba con las dos piernas con similar puntería y potencia. Llegó a anotar más de veinte tantos en alguna temporada, un récord insólito en esa época para un futbolista que ocupaba una demarcación más bien alejada de la portería. Verle jugar era también un privilegio insólito para el aficionado medio de Las Gaunas, habituado más bien a jugadores de brega modelo Belaza antes que a finos estilistas al estilo de Irízar: quien viera años después a Quique Setién ejercer desde esa misma posición como icono del equipo blanquirrojo observaría una línea de continuidad que llegaba a Las Gaunas desde el gran Irízar, quien acreditó la fama de delicado futbolista que trajo desde el Betis y luego todavía prolongó en otros clubes riojanos, ya como entrenador.
Era también habitual verle, una vez jubilado, paseando por las calles de Logroño con la espalda ya un poco vencida pero manteniendo el garbo de futbolista antiguo, ese porte que nos recordaba los emocionantes días de felicidad vividos en Las Gaunas, cuando abrochaba la pelota a la puntera y cabalgaba en dirección a la portería: una fotogénica imagen que algunos seguimos sin olvidar. Esa estampa que acaba de despedirse. Sus allegados estarás a disposición de quienes quieran darle su último adiós mañana, jueves, en el Tanatorio Pastrana.
Más información en http://www.xn--elblogroes-09a.com/figura/172/irizar-el-motor-del-equipo
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