Sergio Moreno Laya
Domingo, 21 de febrero 2016, 13:58
Los hombres no lloran. Y si lo hacen es en soledad, en un rincón, lejos de cualquier otra mirada. Pero hay hostias tan contundentes que la lágrima es irrefrenable. Cae por gravedad, recorriendo el rostro dolorido tras esa bofetada. Un manotazo abierto que ... acerca de nuevo el abismo a la memoria. El ayer, el hoy y el abismo de un mal partido insertado en la peor racha de resultados del equipo. Y como los hombres no lloran delante de más gente, el césped se ofrece en diván por donde se cruzan confesiones futbolísticas comprensibles para el que sepa o quiera mirar.
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Y todo por la marca visible de una vieja bofetada, la recibida hace siete días, en Las Gaunas también, y con la Arandina como mano ejecutora. Una hostia en toda regla que desencajó la mandíbula de la UD Logroñés y cuyas consecuencias anímicas son visibles siete días después en Las Gaunas, de nuevo. Tanto como para desentenderse por completo de querer ganar el partido ante el Celta B, que sumó su tercer punto a domicilio en lo que va de campeonato, un hecho que permite advertir el efecto de esa vieja bofetada.
Seca la lágrima, el triste ánimo evidencia que hubo llanto tras buscar el gol de la victoria frente a la Arandina y que supuso una nueva derrota tras el golazo de Javilillo. Y siete días después, en domingo y en Las Gaunas, la UD Logroñés confiesa que los errores de ambición no son perdonables en el corto plazo. Y lo dice Carlos Pouso sobre el terreno de juego. Lo expresa al no alinear de salida al máximo goleador del equipo.
Lo manifiesta con un giro en los acontecimientos tras el gol del empate. Carlos Fernández y Pere Milla listos para saltar al césped, y marca Iker Alegre tras una nueva carrera de Titi por banda derecha para alcanzar un extraordinario pase de Chevi. Gol y cambio en la narración técnica. El empate contra el antepenúltimo sirve cuando se recuerda aun el bofetón castellano. Es lo adecuado ante un Celta B que solo había sumado dos empates lejos de Barreiro. En diez minutos tras el gol de Iker Alegre, la UD Logroñés cambió el gesto. Prietas las filas que sólo existe un error más grave que el pecado de ambición, y es repetirlo, por lo visto tras el gol del empate.
Muerto el perro...
De nada sirve irse a por el tanto de la victoria si por el camino se corre el riesgo de sumar la tercera derrota consecutiva. De nada, salvo alejar al quinto o mantener la distancia con el tercero o seguir con ese maravilloso entusiasmo de enero de querer ganar el campeonato, porque ahora los 9 puntos de distancia con el Racing de Ferrol sí que parecen irreversibles. Así se comprende la salida al césped de Carlos Barreda por Luis Morán. Si por la derecha se podía ganar el partido, el recuerdo de una vieja bofetada advierte que también se podía perder.
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Así que Miguel Santos por delante de Carlos Barreda y muerto el perro se acabó la rabia. El empate era cuestión de tiempo. Nada pasó hasta el final, salvo que el Celta B se hinchó a tener el balón en Las Gaunas, y la UD Logroñés se reconoció como un equipo menor al que le asustan por lo visto ante el Celta B los retos relevantes. Dos derrotas que fueron comprensibles cuando se produjeron y que acabaron de preocupar a los aficionados muchos días después por la reacción del equipo tras este último empate ante el Celta B. Mal tienen que estar las cosas para firmar de esta forma un empate en casa contra un filial que suma la ingente cantidad de tres puntos a domicilio en todo el curso.
Y con este argumento de no perder pero tampoco de ganar, la UD Logroñés no debería firmar primeras partes como la de este domingo porque da para perder por muchos más. Las confesiones de una bofetada en toda regla manifestadas en 45 minutos de absoluto fiasco futbolístico. Nada hacia el gol en pelotazos indescifrables para el menudo Luis Morán mientras Carlos Fernández los comprendía sentado en el banquillo. Y temblor del serio cuando el rival manejaba el balón a partir de la medular. Una huella de mano abierta en el rostro de una plantilla herida en su confianza, ésa que le hacía ser infranqueable en defensa.
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Una roca resquebrajada por el gol de Javilillo (Arandina) que agrandó aun más el tanto de Pedro, de nuevo desde fuera del área y con otro gran disparo a puerta. Antes tuvo otro remate de cabeza que Miguel Santos sacó bajo palos en una nueva mala defensa de los riojanos a balón parado. Y van unas cuantas. La comprensión del talento defensivo viene dada por la plena confianza en la idea de sentirse los mejores en defensa. Javilillo y los árbitros quebraron este estado, y ahora la UD Logroñés falla atrás. Por lo visto ante el Celta B los hombres no lloran en público tras una bofetada de dos derrotas seguidas pero la marca es inevitable si desde el banquillo no se perdona el pecado de ambición. Ganar, y ganar, y volver a ganar; y para ello conviene al menos intentarlo como se había hecho hasta ahora.
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