Sergio Moreno Laya
Domingo, 14 de febrero 2016, 20:54
Cae sobre uno un gol con forma de granada. Y le estalla al receptor en toda la cara. Y lo deja noqueado, mareado, extraño en su propio cuerpo, confundido, dando vueltas en busca de respuestas que nunca se harán verbo. Porque no las hay. La ... bomba en la línea de flotación, arrojada con malicia por un pequeño atacante que quitó la espita para alojar la bomba en la misma escuadra.
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Con parábola recorrió la trayectoria justa desde el pie de Javilillo a la escuadra de Miguel Martínez de Corta, mientras todos los demás, los que estaban en la grada, en los palcos, en las áreas técnicas, sobre el césped giraban la cara en ese minuto 94 para defenderse de la metralla. Porque eso era gol sí o sí. Y así acabó siendo. Gol.
Y para casa con olor a chamusquina, quemado, contrariado, enfadado y disgustado hasta con la paz en el mundo. Porque la única respuesta posible ante la injusticia es el enfado continuado, la rabia expresada en la grada y contenida en el coche hasta casa. No hay más remedio que digerirla a solas. Y encima hace un frío de narices.
Entonces, un banderín en lo alto surge en la memoria del contrariado. Zas, y hasta arriba, agitado por el frío viento logroñés. Fuera de juego. Uno, dos, tres, cuatro un millón de fueras de juego de un línea, el del segundo tiempo, que cercenó la que hubiera sido una justa victoria local. Anuló el segundo gol de Iker Alegre por un fuera de juego inexistente. De haber subido ese remate a la escuadra ni Javilillo armado por los Seals hubiera sido capaz de reventar la defensa riojana. Bombas las justas, entonces. Pero esto no es como nos gustaría que fuera, sino como finalmente acaba siendo: segunda derrota consecutiva de la UD Logroñés, tres partidos sin ganar, más lejos del Racing de Ferrol, más cerca el Racing de Santander, y el Tudelano cuarto para acabar de asfixiar a cualquiera. Qué agobio de domingo.
Colapso en Las Gaunas en un final difícil de explicar. En el 86 ganaba el partido la UD Logroñés. Cinco minutos más tarde lo perdía por esa bomba a la escuadra del cañonero Javilillo, animado en la remontada por un zapador, Pau Franch, que aprovechó en el minuto 87 un balón perdido -y mal defendido- dentro del área para hacer el empate, que visto lo visto, no hubiera sido tan malo. Pero cuando se entra en colapso el resultado es tan incierto como meritorio había sido hasta entonces el partido de los riojanos, a los que solo un par de malas decisiones arbitrales (hubo en la primera parte un penalti sobre Luis Morán) y unos cuantos remates fallidos les impidieron sumar una victoria que se convirtió en derrota en pleno colapso final.
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Así que será el partido del final equivocado, y no del buen manejo de pelota de los riojanos durante la primera parte. Será el duelo que aleja en buena medida el primer puesto, en lugar de significar el buen estado de Iker Alegre o la felicidad que provoca observar cómo se asocian Pere Milla y Antxon Muneta con un recién llegado que pinta a jugador definitivo: Luis Morán. Será, contra la Arandina, el encuentro con olor a chamusquina, que aleja cualquier duda en relación a un posible complot por parte de los árbitros gallegos. Los hay buenos, regulares, malos y muy malos (como el trío que forma Fernández Pérez cada domingo) independientemente de si vienen del oeste o del este, como el linier catalán que estuvo por Las Gaunas presumiendo de banderín.
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