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Sergio Moreno Laya
Domingo, 31 de enero 2016, 13:46
Tres rombos para caracterizar el partido. Como aquellos símbolos negros que aparecían en la tele de dos canales y sin mando a distancia cuando la programación que se iba a emitir no era la adecuada para un público menor de edad. Tres rombos y a ... la camaa dormir, sin rechistar. Los mayores se podían quedar, los pequeños a rezar las cuatro esquinitas y al sobre porque en la tele ponían algo que no llegábamos ni a comprender, pero que intuíamos como lo más salvaje del planeta. Maldita sea. Quiero ser mayor para poder ver y comprender partidos como el jugado en Las Gaunas entre UD Logroñés y Racing de Santander. Rombos para advertir que el encuentro iba en serio, que su contenido sólo estaba a disposición de los adultos, que comprendieron al final de los noventa minutos que lo visto era fútbol de verdad, ese que nos engancha a la Segunda División B con absoluta pasión. Rombos para dibujar una lucha de gigantes con mucho en juego: tres puntos, el liderato, el golaverage, el playoff la vida con tres rombos negros seduce a cualquiera si se genera dentro de un campo de fútbol.
La dimensión ambiental cotiza alto en Logroño, y esa es otra de adultos. La ciudad amaneció agitada, un tanto revuelta porque era día de partido. Dónde y cómo quedar era el asunto que gobernaba los grupos de Whatsapp. De un lado 2.000 cántabros, del otro 5.000 riojanos y todos con las mismas ganas de acercarse hasta Las Gaunas para seguir en directo el partido por el liderato, el segundo puesto, el tercero, el playoff la vida al fin y al cabo alrededor de un partido de fútbol. Lucha de gigantes en las gradas de Las Gaunas. Corteo de un lado para recuperar República Argentina a la causa del fútbol logroñés, aunque fueran los de fuera quienes la recorrieron cual ejército. Bienvenido sea semejante espectáculo pacífico. Cerca se intuye el día de un cortejo blanquirrojo masivo. Seriedad por el otro para comprender que para ser de Segunda es necesario aprovechar estos grandes partidos para mostrar la cara más amable, sensata, serena sin rombos por violencia, sólo por el espectáculo deportivo dentro del estadio. Pornografía balompédica dentro del estadio municipal de Las Gaunas, que estalló en complicidad para recordar la memoria del colegiado Francisco Vior y empatizar con el drama del cierre de la fábrica de Altadis en Logroño. La dimensión ambiental y social del fútbol en Logroño vuelve, por fin, a cotizar muy alto. Que ya iba siendo hora.
Del desván al escaparate del fútbol regional por partidos como el Logroñés-Racing, choques con pasión en la grada y rivalidad deportiva sobre el césped. Fútbol con brío, intensidad, choques, pelea, alternativas, polémica, miedos, sudores fríos, celebraciones, abrazos, cortes dramáticos, coberturas perfectas, regates y remates pornografía futbolística en noventa minutos jugados por jugadores adultos, forjados para batallas como la vivida en Las Gaunas y como las cercanas que están por llegar. El Logroñés contra el Racing fue un nuevo ensayo de cara a la primavera, cuando en lugar de sumar puntos se cuenten goles a favor y en contra, ida y vuelta, ascenso o no, éxito o fracaso
Y será entonces cuando observemos hasta dónde está capacitado el Logroñés para meter intensidad a sus partidos. Frente al Racing le alcanzó hasta la hora de partido. Hasta el gol del empate de Dioni, que destrozó la defensa riojana en un eslalon perfecto, excitantede uno, de otro, del tercero y remate con la zurda para superar a Miguel, y clavar el empate en el miedo del Logroñés, que no hincó la rodilla porque están convencidos de que están ante la oportunidad de sus vidas. Por eso, Miguel le sacó en la recta final un mano a mano a Dioni, y por eso, en la última jugada del partido, Miguel Martínez de Corta (oh, capitán mi capitán) se estiró hasta el infinito para despejar la peinada de Granero en el balcón del área pequeña. Lo dicho, partido para adultos. Lo dicho, pura pornografía futbolística.
Porque la UD Logroñés pudo perder, pero también ganar y bien. Durante esa hora de intensidad magnífica, elevada, de presión sobre las cachas del Racing de Santander. Presión, y presión, y presión para robar y generar unos líos monumentales en el equipo de Pedro Munitis. Es como cuando antes del primer minuto de partido aparece Paredes para enganchar un despeje cántabro y llevarlo a gol, que los aficionados locales quisieron ver dentro y los visitantes fuera. Y el árbitro decidió dejarlo para otro día porque la duda siempre estará ahí: la pierna del meta Santiago estaba dentro o fuera de la línea de gol.
Pero la intensidad de la UD Logroñés no entiende de polémicas, sólo de duración. Dan hasta donde llega, y un poco más. Ahí se fraguan las victorias riojanas. A mil revoluciones para de nuevo robar en el centro del campo, irse por la vertical Pere Milla, aguantar un palo por detrás, puntear hacia la llegada de Paredes que en línea de fondo cede atrás donde Milla, dueño del gol, manda de primeras el balón a la red en un grito blanquirrojo que aún resuena en Las Gaunas.
Una hora de resistencia física máxima, que hubiera acabado con cualquier otro equipo, pero no con este Racing genéticamente creado para las grandes citas, como la vivida en Logroño. Tampoco se rinde, entiende el fútbol para adultos hasta aprovechar su ocasión, que acabó llegando. Un empate de tres rombos, de acontecimiento importante, solo para adultos, hacia lo que tiende el fútbol riojano.
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