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«Yo, ahora mismo, no llevaría a mis hijas a un campo de fútbol. Ni a un partido de cadetes. No lo haría».
La frase la pronunció ayer Sergio Rodríguez en su última rueda de prensa como entrenador de la UD Logroñés. Hoy juega en ... el estadio Johan Cruyff contra el Barcelona B (19.30 horas). No hay nada en disputa, al menos para los riojanos. Es el último partido, pero, seguramente, no la última palabra que ha levantado la denuncia de Zourdine Thior contra el club y su inacción ante casos de racismo que dice haber recibido en su estancia en la entidad. «Si lo hubiera puesto en conocimiento (en referencia a Thior), se hubiera hecho algo, pero no ha comunicado nada», dijo ayer Sergio Rodríguez. Y lo repitió hasta en cuatro ocasiones.
Nada hay en juego en Barcelona, salvo la dignidad y profesionalidad a la que se apela desde hace tiempo. Si ambas hubieran existido desde el 1 de julio quizá el desenlace hubiera sido muy diferente. La UD Logroñés acude a un partido en el que le gustaría vestir la piel de su rival, que aspira a cerrar su presencia en el 'play off' de ascenso. Para ese reto estaba diseñada la plantilla riojana, pero era sobre el papel. La realidad le ha desnudado. ¿Por qué? No hay una razón única. «Son muchos los motivos», resumía.
Sergio Rodríguez
Entrenador de la UDL
Sin embargo, este viernes de mayo no era día para hacer sesudos análisis del partido, de los posibles escenario o del rival, sino de dejar claro el comportamiento del club ante las denuncias de un jugador al que se apartó por su comportamiento en Amorebieta y al que se le ha rescindido el año de contrato que le restaba.
«Si nos constase no hubiéramos dicho que no nos consta. Él, y ningún jugador, nos han transmitido ese tipo de situaciones, si bien no quiere decir que no las hayan sufrido. No me meto ahí. El tema da mucho de sí y ahora está de actualidad por a quién le ha pasado, pero es evidente que está pasando desde hace mucho tiempo. No ya el racismo, sino el insulto. Lo hemos tomado como algo normal en el mundo del fútbol y se trata con una normalidad que no es normal, porque no es normal lo que pasa. Si esto sirve para mejorar, bienvenido sea. Es una cuestión de educación, de ejemplo y de empatía. Ir a un campo de fútbol y que alguien se sienta en el derecho de insultar significa que algo estamos haciendo mal. Debe cambiar. ¿Quién lo puede cambiar? Gente de este nivel, parando partidos... Si la sociedad quiere ir en una dirección, el fútbol no puede ser ajeno a ello», explicaba.
Ahora bien, también dejó mensajes claros para quien ha sido su pupilo en esa defensa cerrada que hizo en contra del racismo y del insulto. «Cada uno es libre de expresar lo que siente. En el club tenemos la conciencia muy tranquila y, si lo hubiera puesto en conocimiento, se hubiera hecho algo, pero no ha comunicado nada. Insisto, no quiere decir que no hay recibido insultos. Si tiene pruebas, que lo demuestre, pero a nosotros no nos ha trasladado ese tipo de situaciones», relató.
Y de esa defensa del comportamiento del club, al de su afición, que también es parte de la entidad. «La afición de la UD Logroñés no es racista. ¿Qué ha habido algún hecho puntual? Como en todos los sitios. Más allá del club, hay que cambiar para mejorar como sociedad. ¿Por qué no en el fútbol? ¿Te pagan porque te insulten? ¿Porque te vejen? ¿Porque te amenacen? ¿Estamos locos o qué? Eso es algo del barroco. El club emitió un comunicado porque no sabía nada y, si lo hubiese comunicado, el club seguro que hubiera actuado», afirmó.
Para Rodríguez el problema es mucho mayor que el que afecta a una persona. Es un problema que tiene la sociedad. «He compartido unos meses con Thior y me parece un buen chico. Yo no daría tanta importancia a eso, sino a ver si se puede cambiar. ¿Los niños? ¿No pueden ir a un campo? ¿Que oigan esas burradas y tomen ejemplo? Yo, ahora mismo, no llevaría a mis hijas a un campo de fútbol. Ni a un partido de cadetes. No lo haría. Con los que se oye y se dice... Y con lo que se escribe. Es terrible. Lo que uno dice retrata mucho más al que lo dice que a quien insulta. No se da importancia a lo que uno dice o escribe y al final es lo que nos retrata: lo que se dice y cómo se dice. Cuando digo la mayor burrada, me retrato yo», concluyó el preparador.
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