La UD Logroñés se va de vacaciones en descenso

El aficionado que acude a Las Gaunas es un bendito. Pone la mejilla una y otra vez. Eso es fe. Solo dos momentos de gloria tuvo a lo largo del tedioso partido. El primero nace de la desesperación, en el descanso, cuando el concurso de marcar gol entra en juego. «Revuelta, fíchalo», cantaba la grada al protagonista. Humor o mala leche. El segundo, cuando Mendes marcó de cabeza y anuló la derrota en ese momento. Esperanza. Sin embargo, ambas están subordinadas a la frustración que provoca este equipo.

En Las Gaunas no pasó apenas nada. Era imposible. La Nucía no quería ni protagonismo ni balón. Solo su oportunidad. La UD Logroñés desconoce lo que quiere, que es más grave, más allá de ganar. Pero para ganar hay que atacar y para atacar hay que tener mentalidad ofensiva. Y actitud, sobre todo actitud. Solo hay un jugador que gana partidos andando y no viste de blanquirrojo, sino albiceleste. Y este equipo, que debería dejarse la vida en huir del descenso es el único que huye andando y no corriendo. Hubo que esperar al ecuador de la primera mitad para que Doncel probase a Ackermann. Hasta ese momento, y después de él, el partido se movía entre bostezos y cabezadas en la butaca. Y no precisamente porque sean cómodas o estén calefactadas. El encuentro era horrible. La UD Logroñés es reflejó de sus jugadores. Si su medio centro es lento, todo el equipo lo es; si es defensivo, todo el equipo lo es. Entre esas cabezas, la imagen del marroquí Amrabat saliendo con el balón. Corriendo, desafiante, con pasión. No solo arrastra a un equipo, sino a un país. Lozano es la antítesis. El escenario soñado por cualquier adversario. Esperar. Zourdine se anula sin necesidad de nadie; Doncel busca con rapidez los medios; Boniquet, desaparece; los laterales no suben,… A la espera de oportunidades no pasó nada. Una acción de Mendes que no acabó en gol porque una vez más no vio a un compañero mejor colocado y con la portería para sí, en este caso Boniquet, y un remate del canario. En realidad, y dentro del desasosiego que produce, es el único capaz de marcar gol.

El gol. Ese es el reto. La Nucía lo encontró en un absurdo penalti de Cristian que salta con los brazos arriba en un balón aéreo. Amargo regreso. Aún había más. Jorge buscó la cepa del poste izquierdo de Gonzalo mientras los blanquirrojos seguían hablando entre ellos sobre la pena máxima. Gonzalo lo paró, pero Cabezas fue más rápido que Zoudine, Kortazar, David y Keita. A los dos primeros, y en especial al oriotarra, solo le faltó ponerle alfombra en su carrera. Una gravísima falta de concentración, de esas que hacen imposible la victoria.

Las Gaunas quiso despertar. Fe, una vez más. Zordine remató de cabeza, aunque el verdadero testarazo fue el de Mendes, en la recta final del partido. Sergi, en su primera subida por banda, centró y en el segundo palo volvió a centrar Kortazar para que el canario aprovechara sus enormes condiciones. Hubo un tercero, de Schutte, pero la grada no lo pudo llevar a las redes. Así, y con algún actor secundario más, acabó el partido. Cinco partidos con Natxo González en el banquillo, tres puntos y un discurso que da muestras de agotamiento. No es una cuestión de tiempo (el Numancia, sin ir más lejos puede dar fe), sino de actitud.