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javier asprón
Enviado especial a Doha
Sábado, 3 de diciembre 2022, 00:28
Japón ha quebrantado lo que hasta ahora era una plácida estancia de España en Qatar, donde la ausencia de conflictos, más allá de la salida por lesión de Gayà, mantenía al personal más pendiente de los 'streamings' de Luis Enrique que de otra cosa. Hoy ... el debate ya es otro más futbolístico, porque vuelve a estar en cuestión la efectividad del juego de la selección. El mismo estilo que se ensalzó tras la goleada a Costa Rica empieza a generar dudas apenas una semana después. Son dilemas lógicos, porque el equipo repite un patrón ya conocido que no ha salido demasiado bien en los últimos tiempos. España domina, se queda con el balón, pero salvo contadas excepciones no muerde.
En el pasado Mundial de Rusia batió el récord de pases en el encuentro de octavos en el que se fue para casa, en donde solo tiró una vez entre los tres palos. También fue la mejor en ese apartado en la Eurocopa del año pasado. Ahí su efectividad de casi el 90% en las entregas le dio para alcanzar las semifinales y que la afición volviera a engancharse a la selección, pero se fue de ahí con solo una victoria en los noventa minutos reglamentarios (Eslovaquia).
Hoy vuelve a ser el equipo con mayor posesión con muchísima diferencia sobre el segundo, que es Argentina, pero empieza a percibirse que esa pertenencia de la pelota es algo estéril. En la Euro España sí fue capaz de traducir su dominio en ocasiones de gol, algo que no está ocurriendo en Qatar, donde es la octava en número de disparos y la novena en ocasiones claras de gol. Con todo, los siete goles ante Costa Rica mantienen a la selección como la más goleadora del Mundial junto a Inglaterra, lo que da un argumento para desmentir esa falta de profundidad.
Ante Japón se volvió a rozar el 80% de control del juego y a superar los 1.000 pases. Solo Rodri dio 215, lo que le convierte en el primer jugador que supera los 200 pases en un partido de la Copa del Mundo desde que hay datos fiables. En la primera mitad, la cosa funcionó, porque la presión de España era buena y el balón apenas le duraba a los asiáticos unos segundos. Solo un par de errores defensivos de Busquets y los riesgos habituales al jugar con Unai Simón desestabilizaron a un equipo que, por otro lado, tampoco forzó la máquina después del tempranero gol de Morata.
Aquel hubiese sido un plan fantástico de haberse repetido en la segunda mitad. Pero entonces ocurrió algo que, pese a que era previsible, sorprendió a los chicos de Luis Enrique. Japón se lanzó a la desesperada a por el empate y le quitó el control del partido. Algo parecido se vio en el duelo ante Alemania, y entonces costó un empate. Ante los nipones fue una derrota porque el caos aún fue superior. España es una gran selección con el balón en los pies, pero alcanza tintes mediocres cuando se queda a merced del rival. O como decía el entrenador, cuando entra «en modo colapso».
Tras la remontada, Japón volvió a su cueva y España recuperó el control. Pero para entonces el desgaste físico y mental en los jugadores, que durante un tiempo se vieron en el avión de vuelta a casa, había pasado factura. Dos tímidos intentos de Olmo y Asensio fueron lo más cerca que se estuvo de empatar. Aumentaron también las imprecisiones y las pérdidas en el centro del campo. Faltaron, en cambio, el desborde y los uno contra uno. Se fue un equipo encorsetado, otra de las características de la etapa de Luis Enrique.
«A ver cómo explico que hemos dominado 80 minutos a Japón y perdimos», se decía a sí mismo y a los demás el técnico asturiano en la rueda de prensa posterior al partido, donde nunca consiguió relajar el gesto. «Intentaremos buscar soluciones», repetía. Y cobra importancia lo de «intentar», porque ante Alemania ya se trabajó y analizó sobre esa pérdida de control en la zona de creación, el origen de todos los males. Quizás por eso, por su confianza en lo que hacen Busquets, Gavi y Pedri, volvió a confiar en ellos para el once ante Japón. «Estas situaciones se van a volver a repetir», reflexionó el técnico, consciente de que el partido ante Marruecos planteará retos similares. «Siempre es difícil de superar a un equipo cuando te atacan con cinco o seis delanteros a la desesperada».
Este viernes seguía el buen ambiente en el equipo durante el primer entrenamiento después de la derrota. Una sesión suave en la que faltaron Azpilicueta y Dani Olmo. Nada preocupante. Hubo risas y bromas entre los internacionales bajo la atenta mirada de Luis Enrique. Todos ellos tienen claro que vencerán o morirán con la idea que les llevó a Qatar.
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