En el momento menos esperado, cuando más felices se las prometían y todos sus sueños eran muy dulces, los jugadores españoles sufrieron en la noche del jueves una experiencia traumática. Lo ocurrido en el estadio Khalifa remite a un recurso muy manido en las películas ... de terror: el del susto especialmente inesperado y, por ello, más brutal. Ya saben, el brazo de Carrie saliendo de su tumba y agarrando a la niña que, llorosa, le está poniendo un ramo de flores en su tumba. Cosas así. De haber pasado la noche en el castillo más siniestro de Transilvania, a la mañana siguiente las caras de los pupilos de Luis Enrique (y del propio seleccionador) hubieran sido las mismas que nada más finalizar el partido contra Japón.
Publicidad
El miedo, por tanto, se ha hecho presente en la concentración de La Roja en Qatar y ahora toca ver qué influencia tiene lo que para muchos de los jóvenes internacionales españoles no deja de ser un descubrimiento desagradable que les plantea un duro reto iniciático. La respuesta llegará el próximo martes en el partido contra Marruecos, un rival de mucha más enjundia de lo que algunos suponen. Hasta entonces, solo queda esperar y confiar en que los jugadores de Luis Enrique recuperen primero el color y luego, poco a poco, la sonrisa. Pensemos que la juventud es una magnífica medicina para cualquier tipo de regeneración.
Ahora bien, por mucho que los ánimos decaídos se vayan levantando con el paso de los días, hay una circunstancia que ha desinflado de forma considerable ese gran globo aerostático, bello y lleno de colorido, en el que se había convertido España tras su espectacular estreno en el Mundial. Y no me refiero a los pecados de juventud que cometió el equipo ante Japón. Que España pudiera pagar algún día la bisoñez de varios de sus titulares, su blandura defensiva y sus dificultades para jugar a contracorriente del marcador en situaciones de máxima tensión era algo perfectamente factible, incluso contra un rival menor como son los nipones. Cualquier equipo, en fin, puede tener un día muy malo sin que ello le haga perder de un porrazo todo su crédito. Con la selección española, además, ya estábamos todos avisados. Sabíamos que jugaba en el alambre, que muchos de sus partidos son un cara o cruz, como reconoció Carvajal tras el empate ante Alemania.
Lo más preocupante del jueves, a mi juicio, fue la confirmación de una sospecha que muchos no nos quitamos de encima desde que Luis Enrique anunció su convocatoria: la de que el técnico asturiano, obsesionado con llevar a sus más fieles y ejercer él como indiscutible líder de España, se confundió y ha acabado teniendo un grupo descompensado, sin la consistencia suficiente para triunfar en el Mundial y, sobre todo, con un incomprensible número de futbolistas en una forma dudosa o realmente mala.
Esto último es una evidencia. Luis Enrique no va a reconocerla, por supuesto, pero tampoco hace falta que lo haga. Basta con observar sus alineaciones y analizar los minutos de juego de los convocados. Viendo jugar a Pau Torres y recordando que Eric García ni se ha estrenado, cómo no pensar en un error en la elección de los centrales, donde se ha hecho con el puesto un mediocentro de toda la vida como Rodri. Tampoco parece un gran acierto confiar sobre la marcha en un crío como Balde, todavía inconsistente en defensa, por muy populares que resulten las apuestas por los talentos juveniles con un buen despliegue ofensivo. En el centro del campo, más de lo mismo: Busquets, Gavi y Pedri. Sin parar, sin apenas respiro. Indiscutibles. Koke, Soler, Llorente o Guillamón no cuentan o cuentan muy poco. Y qué decir del frente de ataque, de Ansu Fati, Yeremi Pino, Sarabia...
Publicidad
La España coral y llena de alternativas, ese grupo con un fondo de armario tan rebosante que el seleccionador iba a acabar con ojeras de enterrador melancólico cada vez que hiciera la alineación por el dilema que le suponía elegir el once, ni está ni se le espera en Qatar. La realidad es que La Roja ha llegado con lo justo al Mundial. Tras lo visto contra Japón y pensando en lo que viene delante, es inevitable echar de menos la presencia de grandes futbolistas que estaban en un óptimo estado de forma, preparados para rendir al máximo nivel desde el primer minuto, como Mikel Merino, Brais Méndez, Canales o Borja Iglesias. El fútbol es impredecible. Pueden ocurrir cosas tan improbables, en el límite de la verosimilitud, como que Japón gane a Alemania y a España. Pues bien, a día de hoy este el motivo más poderoso para confiar en que España, con este nivel de consistencia, puede llegar muy lejos en Qatar.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.