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No tuvo mucho tiempo la selección para preparar el Mundial de Qatar, apenas diez días desde el parón de la Liga y con un solo ensayo previo en Jordania, pero tras lo visto en el histórico debut ante Costa Rica, una goleada sin paliativos ... que ha girado todos los focos internacionales hacia el cuartel general de España, da la sensación de que los elegidos por Luis Enrique llevan meses trabajando juntos. Más allá de la goleada en sí, una inyección de autoestima que permite divisar el horizonte con perspectiva y con una tensión saludable, sin las angustias propias del necesitado que se va a jugar todo a una carta en el segundo duelo del grupo, lo sucedido en el Al Thumama Stadium confirmó la vena competitiva de un grupo que, según su entrenador, proyecta la misma intensidad en las sesiones preparatorias y en los partidos. «No se relajan nunca, siempre están motivados, lo llevan en el ADN», subraya.
Aseguraba el técnico en la previa del estreno en el torneo que en el momento de decidir el once titular lo tiene muy complicado porque tanto en el plano físico como en el táctico el compromiso de los jugadores es intachable. Y añadía que, a diferencia de lo que ocurre en otras selecciones que tienen una o varias estrellas intocables, en La Roja están todos tan igualados y son tan polivalentes que una actitud extra en los campos de la Universidad de Qatar puede abrirles las puertas de la titularidad. Claro que algo de eso hay, o al menos es su obligación decirlo para mantener la dinámica y la disciplina en el vestuario, pero también existe un núcleo a partir del cual se vertebra su proyecto futbolístico. Un ideario innegociable que descansa sobre todo en el centro del campo, con un Busquets en versión imperial, un Pedri tocado por los dioses y un Gavi que a sus 18 años no deja de derribar puertas.
El análisis está en cierta medida condicionado por lo abultado de la goleada y porque España se encontró un sparring que no tuvo opciones de salirse de las cuerdas, agachado tras recibir un golpe tras otro. Sin embargo, hay una conclusión irrefutable que invita a mantener la fe en esta selección: su hambre es inmensa y, salga quien salga y en el minuto en el que lo haga, lo hace siempre enchufado. El alto voltaje está asegurado, no hay riesgo de fallo eléctrico. Puede haber cortocircuitos, en todos los partidos los hay en mayor o menor escala, pero hay un estilo nítido, una forma de entender el juego que aúna posesión y verticalidad y que obliga a un esfuerzo considerable tanto en ataque como en defensa. Observar cómo los extremos se convierten en los primeros peones de la retaguardia, su convencimiento al hacerlo, dice mucho de un equipo que basa su éxito en el trabajo colectivo.
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En cualquier caso, y para evitar que el ADN pueda contaminarse, Luis Enrique aprovecha sus comparecencias ante los medios para reforzar públicamente a sus futbolistas los mensajes que les transmite hasta la saciedad en privado. En esta materia no da puntada sin hilo. Al término del choque frente a los costarricenses se mostró convencido de que los jugadores no van a acomodarse porque el rival del domingo, Alemania, supone ya de entrada un plus de motivación. Pero por si acaso ya avanzó que es más que posible que introduzca algunos cambios en el once ante los germanos, contra las cuerdas después de su inesperada derrota ante Japón. Lo deslizó un tanto de tapadillo, como sin darle importancia, pero la traducción es evidente y con un doble destinatario: nadie tiene el puesto asegurado, avisó a los últimos titulares, o puedes ganártelo, arengó a quienes salieron desde el banquillo.
Es probable que el test ante Alemania permita calibrar con mayor precisión el potencial de España y la senda que puede recorrer en esta Copa del Mundo. Ateniéndose a lo que ocurrió en el estreno, el que suele ser el partido más complejo porque los nervios están a flor de piel y el miedo a perder puede convertirse en un enemigo temible, la juventud de la plantilla –poco más de 26 años de media en el combinado nacional– no fue un hándicap. Más bien al contrario. El desparpajo de los novatos no estuvo reñido con la experiencia, y abrir el marcador con prontitud, en el minuto 12 por mediación de Olmo, diludió cualquier atisbo de ansiedad. Toca ahora refrendar las sensaciones. Luis Enrique insiste en que esto no ha hecho más que empezar y en que todo lo que sube puede bajar si la caseta se destensiona. A él le toca atemperar la eventual euforia. Ya subrayó que «el seleccionador debe ser el líder».
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