El peligro de la caricatura
Como en Rusia hace cuatro años, la selección española ha acabado siendo víctima de una interpretación equivocada de su estilo de juego basado en la posesión
jon agiriano
Jueves, 8 de diciembre 2022, 00:23
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jon agiriano
Jueves, 8 de diciembre 2022, 00:23
Como soy el periodista que tengo más a mano y hay veces en las que la hemeroteca nos ilumina con la potencia de los focos de cualquier gran estadio, ayer acabé extrayendo tres frases de la crónica del partido entre España y Rusia del pasado ... Mundial. Como recordarán, supuso la eliminación de La Roja en octavos también en la tanda de penaltis. «Una selección española sin luces, cuyo larguísimo ejercicio de impotencia durante los 120 minutos en el estadio Luzhniki será difícil de olvidar». «Sin querer, rumia que te rumia, el equipo empieza a provocar bostezos». «Era una emergencia cambiar la dinámica de la selección, que parecía hipnotizada por el péndulo de sus propios pases inanes, incapaz de lograr la más mínima profundidad».
Podían haber servido perfectamente para la crónica del España-Marruecos, lo cual nos lleva a una reflexión necesaria. Es evidente que, en esta última década, tras culminar en la Eurocopa de 2012 un ciclo triunfal que ya es historia del fútbol, España no ha acertado a gestionar bien su declive. Hay un dato abrumador: en los tres Mundiales posteriores a Sudáfrica, sólo ha sido capaz de ganar a Irán, Australia y Costa Rica. Cayó en una primera ronda y luego dos veces en octavos; es decir, ni siquiera ha llegado a los cuartos, que durante tantos años fueron la frontera, el 'limes' que no podía traspasar.
¿Qué ha ocurrido? Hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo: la calidad de los futbolistas es ahora muy inferior. Casillas, Pujol, Sergio Ramos, Piqué, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, Silva, Torres, Villa... Aquello era otro nivel, otra dimensión. Es inevitable pagar un precio alto por la desaparición de generaciones irrepetibles como aquélla. Pasa en las mejores familias. Ahora bien, visto lo ocurrido en Rusia 2018 y Qatar 2022, hay que aceptar que los problemas de España no se limitan al lógico bajón competitivo ocasionado por la pérdida de estos grandes futbolistas. La Roja empieza a tener un serio problema con la interpretación y escenificación del estilo de juego que le implantaron, como un chip en su espíritu, aquellos campeones a las órdenes de Luis Aragonés y Del Bosque.
Aclaremos la cuestión para que no haya equívocos. No se trata, por supuesto, de renunciar a una idea de fútbol bella y alegre basada en la posesión de balón, la presión en campo rival y el riesgo. Nadie debe renunciar a las virtudes que le identifican y le distinguen. De lo que se trata es de no convertir ese estilo en una penosa caricatura y dar así argumentos a los que siempre han despotricado de él o lo han mirado con recelo incluso cuando la selección española protagonizó sinfonías memorables.
Y lo cierto es que, en los dos últimos partidos de este Mundial, España ha vuelto a jugar en modo caricatura, por mucho que su autoproclamado líder Luis Enrique y sus fieles pupilos parezcan estar encantados con la versión que han ofrecido; tan encantados, pese a los malos resultados, que empieza a advertirse en ellos un fundamentalismo absurdo, infantil, como si más que defender una idea de juego defendieran una fe religiosa que, en el peor de los escenarios, cuando las cosas no salen, la fortuna es esquiva y el rival está muy inspirado, les obligase incluso al martirio. Porque eso ha sido lo que ha vivido La Roja por su decisión de no explorar ninguna otra alternativa a su juego -Luis Enrique la despreció con la convocatoria que hizo- cuando éste resultaba completamente ineficaz.
El técnico asturiano, cuyo fracaso no hay manera de ocultar y más teniendo en cuenta su atosigante personalismo, criticó el lunes a los periodistas por sus topicazos. No digo yo que muchas veces no caigamos en ellos. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Ahora bien, para topicazo el suyo. Pocas cosas se me antojan más falsas, engañosas y tópicas en el fútbol que el manejo que hacen algunos del concepto de riesgo. Me refiero a esa idea tan extendida según la cual, por definición, el equipo que tiene la posesión arriesga y es un valiente al que hay que admirar, mientras que el que se refugia en su campo y busca forzar pérdidas para contragolpear es un especulador y un cobarde que merece nuestro desprecio.
Los jugadores españoles lo creen a pies juntillas, así se explican sus reflexiones de baratillo tras la eliminación. Y no se dan cuenta de la paradoja que les consume. Porque la posesión es una gran virtud sólo si se utiliza como es debido, es decir, para asumir riesgos con el balón, jugándolo con velocidad y precisión al menos en el último tercio de campo -pases filtrados, paredes, conducciones por sorpresa, etc.-, no para repetir y repetir por miedo a las pérdidas una letanía amodorrante de pases insulsos, «de seguridad» como dicen los técnicos, que no sólo son un muermo sino que denotan una falta de valentía evidente. Ojalá la nueva selección no siga cayendo en estos errores.
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