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Cada vez que tiene ocasión, Marco Asensio se escapa al mar. Es el refugio preferido para huir de las exigencias del fútbol de este joven noble y vergonzoso, aunque también con un punto rebelde y atrevido que asoma de cuando en cuando. Un deporte en ... el que ha probado las mieles de la gloria, pero en el que también ha padecido los sinsabores que suelen aparejar unas expectativas abrasivas. Destinado a alcanzar altas cotas desde que comenzase a llamar la atención por su zurda de oro en las filas el Platges de Calviá, su carrera ha sido una montaña rusa: tan pronto en la cima como en la hondonada.
Pero, además de la paz que le aporta ese medio líquido en el que se reencuentra con los días más felices de su infancia, el futbolista del Real Madrid, que a sus 26 años se prepara para disputar su segunda Copa del Mundo, siempre ha tenido otros dos aliados a la hora de lidiar con los altibajos que jalonan su trayectoria: la familia y una madurez forjada a partir de los golpes que le ha propinado la vida.
A los 15 años ya emitía destellos fulgurantes en la cantera del Mallorca. Sin embargo, ese año 2011 significó un antes y un después por motivos que nada tienen que ver con el balón. Su madre, víctima de un cáncer, fallecía, dejando devastado al pequeño Marco. Maria Gertruida Margaretha Willemsem, neerlandesa, le había bautizado así en honor a Van Basten, el genial delantero que abanderó la 'Naranja Mecánica' en los años ochenta y comienzos de los noventa del pasado siglo.
A su padre, Gilberto, baracaldés del barrio de Ugarte, le correspondió elegir tres años antes del nombre del primogénito, Igor, en recuerdo de sus raíces vascas. La familia Asensio Willemsen siempre tuvo el corazón dividido entre el Athletic y el Real Madrid.
Gilberto, antiguo mediapunta del Barakaldo, Basurto y Erandio, soñaba con que el muchacho portase un día la zamarra del Athletic. Marco, en cambio, anhelaba emular las andanzas en el Madrid de Zidane, el ídolo de su infancia. Los rojiblancos le sometieron a un seguimiento intensivo, pero le descartaron al considerar que no encajaba con su filosofía.
Los blancos le echaron el lazo a finales de 2014. Rafa Nadal desempeñó un papel clave llamando al presidente del Real Madrid para recomendarle a su paisano, pero ocho años antes el empresario había recibido otro aviso aún más especial sobre el mozo: el de su madre, que le dijo que el pequeño jugaría un día en el Madrid. Dicho y hecho. Para ella son todos sus goles.
En Chamartín vivió una luna de miel nada más aterrizar. Sus cañonazos auguraban un futbolista de época, un potencial Balón de Oro. Pero los fulgurantes chispazos derivaron en una pesada mochila. La marcha de Cristiano Ronaldo le situó, de la noche a la mañana, en primera fila y no lidió bien con la presión. Una gravísima lesión en 2019 hizo el resto: del estrellato al banquillo.
Asensio, que descartó en su día los cantos de sirena de la selección de Países Bajos para vestir La Roja, volvió a ponerse el mono de trabajo. Tocaba apelar al sacrificio y la humildad para remontar. En ello anda a las puertas de otro Mundial al que llega con el aval de Luis Enrique y el respeto de Carlo Ancelotti, quien sin devolverle del todo los galones deja entrever su deseo de que el Real Madrid le renueve.
Esa nebulosa deportiva contrasta con la estabilidad personal de Asensio, quien prepara su boda para el próximo año con Sandra Garal, la arquitecta e influencer madrileña a la que conoció en 2018 y a la que pidió matrimonio este año, poco antes de la final de la Champions contra el Liverpool. Sandra es otro de los bastiones que permiten mantener el sosiego a Marco en tiempos inciertos.
Por Juande Ramos (entrenador)
«Al comienzo no participó mucho en el Real Madrid y eso le puede venir bien porque no está cargado de minutos. En los últimos partidos ha estado a buen nivel y parece llegar en un momento fenomenal. En la selección ha ofrecido detalles interesantes, en goles y en hacer jugar al equipo».
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