Caras y cruces
La selección de Luis Enrique necesita ser más consistente ante los grandes si no quiere que los partidos a partir de octavos se conviertan todos en una moneda al aire
Jon Agiriano
Martes, 29 de noviembre 2022, 00:24
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Jon Agiriano
Martes, 29 de noviembre 2022, 00:24
Tras el choque de escudos con Alemania, una vez asumido el empate con la resignación de un mal menor, Dani Carvajal dijo una frase llamativa en la zona mixta del estadio Al Bayt, de Qatar. A mí, por lo menos, me llamó la atención. « ... Nosotros jugamos a esto y hoy ha tocado cruz». Esto. ¿Qué es esto? El lateral del Real Madrid se refería, por supuesto, a un fútbol combinativo, abierto y arriesgado que puede ser bello y devastador cuando funciona bien pero también puede provocar serios disgustos cuando, por imperativos del rival, lo hace de forma defectuosa. Hablamos, en fin, de una manera de jugar que convierte los partidos de España ante los grandes en una moneda al aire.
Esta circunstancia invita a reflexionar sobre las verdaderas posibilidades de la selección en Qatar, que todavía no sabemos del todo cuáles son realmente. Y cuando hablo de posibilidades me refiero, por supuesto, a las de ganar el torneo. Porque que España puede hacer un buen papel y alcanzar las semifinales, por poner un ejemplo, lo da por descontado todo el mundo. De hecho, es la tercera favorita en las apuestas tras Brasil y Francia, y millones de aficionados al fútbol la admiran y respetan por un tipo de fútbol que, llevado a su máxima expresión de virtuosismo y descaro, resulta deslumbrante.
La duda que plantea La Roja tiene que ver con su consistencia, un atributo decisivo para cualquier selección que aspire a ganar el Mundial. Esto es algo que muchos aprendimos por las bravas, con la potencia didáctica que tienen los grandes disgustos de la juventud, en 1982. Concretamente el 5 de julio de ese año, cuando Italia eliminó en Sarriá al Brasil de nuestros amores, el de Sócrates, Zico, Falcao, Toninho Cerezo, Junior, Eder y compañía. Era aquel un grupo de artistas que dejó una huella imborrable, pero a la hora de la verdad tuvo que inclinarse ante la mayor consistencia de la 'azurra' de Bearzot, la futura campeona.
Llegados a este punto, hay que hablar de Sudáfrica 2010, que hasta la fecha no deja de ser el único ejemplo que España tiene a mano para saber cómo se gana un Mundial. Aquel equipo, nadie lo duda, estaba lleno de grandes solistas. Lo más importante, sin embargo, es que también podía funcionar en grupo como si fuese la Filarmónica de Viena. Que se lo pregunten a los alemanes, grandes aficionados a la música clásica. Y no sólo eso: el de Del Bosque era un grupo muy consistente, de piel gruesa, hasta el punto de que sólo encajó dos goles en siete partidos. Por cierto, el primero ante Suiza llegó en una jugada muy embarullada de la que se aprovechó Fernandes con bastante fortuna y el segundo se produjo en un disparo del chileno Millar que rebotó en Piqué y se envenenó. A partir de octavos y hasta la victoria final, nadie volvió a batir a Iker Casillas.
Los partidos de aquella selección no eran una moneda al aire. En absoluto. Quienes tuvimos la oportunidad de verlos en directo nunca tuvimos esa sensación, ni siquiera cuando más se complicaron, llenos de nudos y trampas, y la fortuna tuvo que echar un mano, como sucedió ante Paraguay en cuartos, por ejemplo. España era siempre superior y siempre parecía fiable. Esta es la diferencia con la selección de Luis Enrique, que si quiere seguir haciendo camino hacia lo más alto necesita tener más oficio y control cuando le aprietan -volvió a demostrarse ante Alemania- y ser menos vulnerable en defensa de lo que suele serlo ante rivales de su mismo calibre.
La Roja sacará el pasaporte para octavos el jueves. Salvo sorpresa mayúscula, lo hará como primera de grupo, lo que le obligará a enfrentarse al segundo del grupo F. Podrían serlo tanto Bélgica como Croacia o Marruecos. Imaginando que pasa ese escollo, la lógica apunta a que el rival en cuartos sería Brasil. Palabras mayores. Esos grandes le van a discutir la pelota a España y van a aplicarse a conciencia para erosionar el núcleo creativo de la selección (Busquets, Pedri y Gavi). Por otro lado, son equipos muy fuertes físicamente y tienen mucho talento y velocidad arriba. Para superarles, La Roja debe subir un escalón en su rendimiento, el que supone ser más sólida, estar mejor armada. Y es que jugar al cara y cruz desde octavos no es un buen plan.
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