JAVIER ASPRÓN
Enviado especial a Al Wakrah
Viernes, 16 de diciembre 2022, 00:49
«Has venido demasiado pronto. Aquí hasta las doce no hay actividad». El aviso al periodista lo da Hernán, que toma el sol en una silla mientras bebe mate junto a la puerta de un pequeño supermercado. Faltan dos horas aún para ese momento y ... las cuadriculadas calles del complejo Barwa Barahat Al Janoub están semivacías. A un lado y otro solo se ven hileras perfectamente alineadas de bloques de viviendas de color blanco y azul (marino, no celeste). Todas están identificadas con letras y números, y se supone que dentro duermen los miles de hinchas argentinos que se han instalado allí al reclamo de uno de los alojamientos más baratos que ofrecía Qatar: 84 dólares la noche en un apartamento para dos personas, con cuarto de baño individual y una cocina compartida. Las redes sociales provocaron el efecto llamada, y antes incluso de que comenzará el torneo al lugar ya se le conocía como 'Barwa Argento', la comunidad de los aficionados argentinos en Qatar.
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Ante la ausencia de gente por las calles, uno sabe que está en el sitio correcto por la iconografía que pende de muchas de las ventanas, con banderas argentinas y sábanas teñidas con los rostros de los ídolos y multitud de mensajes. «En el cielo y en la tierra, la pelota siempre al diez», se puede leer en uno de ellos, con Messi y Maradona representando los papeles de 'La creación de Adán' de la Capilla Sixtina. «Orgullo nacional: D10S, el Papa y el Messias», reza otro. En medio de tanto tono albiceleste, destaca una bandera catalana con otra leyenda: «Catalán de nacimiento, argentino por Lionel Messiento».
Avanza el día y el sol cae a plomo sobre el 'Barwa Argento'. No es un lugar idílico. Está a unos 35 kilómetros del centro de Doha y se encuentra rodeado de desierto. Más allá de los condominios, con capacidad para acoger a casi 17.000 personas, solo hay un par de supermercados, algún puesto de comida india, una lavandería y unas casetas de madera donde se vende café. Al fondo del bloque de edificios destaca el minarete de una mezquita.
La llamada a la oración anuncia el mediodía, y tal como predijo Hernán, comienza a verse movimiento en el vecindario. De la que se podría considerar la calle principal salen en un goteo constante autobuses hacia Al Wakrah, el municipio al que pertenece el complejo. Desde esa ciudad costera ya se puede coger el metro hasta Doha. En apenas media hora se ha formado una cola importante. También se llena de gente el descampado de la Q6, el 'cluster' que los argentinos utilizan como centro de reunión. «Vamos a hacer un fueguito para el asado», cuenta Guido, llegado desde Buenos Aires antes del primer partido.
Al principio utilizaban un carrito de la compra, pero ya se las han ingeniado para conseguir parrillas en condiciones. En los momentos álgidos del Mundial se han llegado a juntar una decenas de barbacoas. Por la noche tienen música en directo gracias a un chico que se ha llevado el teclado al Mundial. Y si no, piden a los miembros de seguridad que pongan cumbia o rock argentino en un pequeño equipo de sonido que les acompaña. No hay rastro de alcohol, aunque aseguran que no es difícil conseguir cerveza u otro tipo de bebidas.
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Argentina está a tres días de disputar su sexta final mundialista, y en Qatar se ha encontrado un apoyo popular extraordinario. Solo México y Marruecos han arrastrado a un número similar de aficionados hasta el Golfo Pérsico. En la semifinal ante Croacia los hinchas de la Albiceleste permanecieron más de una hora en la grada sin parar de cantar después del pitido final.
El júbilo también estalló en las calles de Doha. En el 'Barwa Argento', sin embargo, no se advierte una pizca de euforia. «Sentimos que esta es la final de Leo, al igual que Maradona tuvo la suya. Pero vamos con calma, no hay que celebrar antes de tiempo», dice Alejandro mientras sus acompañantes afirman con la cabeza. «Es lindo ver cómo está Messi, ahora que tanta gente ya le daba por acabado. Ojalá sea decisivo».
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Sentados en una acera, otros tres aficionados jóvenes esperan el colectivo junto a sus maletas. Esa misma tarde vuelan a Barcelona. ¿Y la final? «Conseguimos una oferta para venir a dos partidos y es lo que nos ha tocado. Hemos intentado cambiar el vuelo, pero es demasiada plata. Tampoco tenemos boleto para la final…».
En el Barwa hay muchos hinchas sin entrada y con pocas esperanzas de conseguir una. «¿No sabrás tú? Aunque sea colgado del techo del Lusail», preguntan.
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