Perros 0 - Gatos 1
Diario del enviado especial ·
En Doha no hay canes, al menos a la vista, pero sí mininos callejeros de los que no parece ocuparse nadie, aunque parecen bien alimentadosDiario del enviado especial ·
En Doha no hay canes, al menos a la vista, pero sí mininos callejeros de los que no parece ocuparse nadie, aunque parecen bien alimentadosNunca he tenido perro. De pequeño recuerdo haber echado varias carreras escapando de alguno. A Mariano García eso mismo le valió para ser campeón mundial y europeo de atletismo. A mí, para guardarles un respeto importante. Achaco a esa ausencia de mascota el no haberme ... dado cuenta hasta ahora, doce días después de mi llegada al país, de que no hay perros en Doha. Al menos no a la vista. Queda claro que no los he echado de menos, pero cuando al fin caí en el asunto y lo comenté con algunos compañeros resultó una obviedad para todos. Al parecer, el perro es un animal no demasiado apreciado en el Islam. Cuentan que a Mahoma lo mordió uno. Solo está bien visto para tareas de caza, pastoreo o vigilancia. Nerea, española residente en Qatar, también me puso al tanto, aunque asegura que en los últimos años cada vez son más los oriundos que están haciéndose con uno. Yo aún no he tenido la oportunidad de cruzarme con ninguno.
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A cambio, lo que sí hay en mi barrio son gatos. Decenas y decenas de gatos. Algunos solos, otros en comandita, siempre con esa mirada tan suya que no acabo de saber interpretar. Aparecen de improviso, se te cruzan y se paran frente a ti con aire reprobatorio. Juro que a veces me dan ganas de cambiarme de acera para no molestar. Normalmente caminan por la calle, quién sabe con qué rumbo, o se encaraman a los cubos de basura en busca de algo de comer. Un día, un compañero se acercó a uno para hacerle una foto y el gato lo estuvo siguiendo después casi hasta la puerta del hotel.
Son gatos callejeros de los que no parece ocuparse nadie, aunque se les nota bien alimentados. También son intrépidos. Cruzan las calles de manera absolutamente inconsciente, como si no les importara la demencial forma de conducir que estilan muchos de los conductores de esta ciudad. No siempre ganan. Un día, camino del entrenamiento de Francia en el estadio de Al Sadd, me topé con un gato muerto en la carretera. Tumbado boca arriba y con las patas muy tiesas. Enfrente hacían guardia varios miembros de seguridad ante una de las puertas de acceso al estadio. Parado frente al gato los miré. Me miraron. Volví a girar la vista al gato y la levanté de nuevo hacia ellos. Aún noto el peso de la indiferencia.
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