A Francia le costó asomar la cabeza en los Mundiales de fútbol. Hasta 1958, hasta el tercer puerto de aquella selección comandada por Just Fontaine, no tocó el podio. El punto de inflexión llegó con la generación de Michel Platini, que acabó cuarta en 1982 ... y tercera cuatro años después. Y el despegue se produjo en 1998, cuando fue sede de la Copa del Mundo. Los frutos de la Academia de Fútbol de Clairefontaine brotaron a tiempo y la camada de Zidane, Henry, Deschamps, Djorkaeff y Thuram se llevó, al fin, el título mundial. La ola francesa no ha dejado de crecer. Repitieron victoria en Rusia 2018. La del domingo será su cuarta final en los últimos siete Mundiales. Y con Deschamps ahora al mando, la selección gala puede convertirse en la tercera, tras Italia (1934-38) y Brasil (1958-62), que encadena dos triunfos consecutivos.
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La lista de retos a cumplir es aún mayor: si Francia bate a Argentina en Qatar, Deschamps será el único que ha ganado el torneo una vez como jugador y dos como entrenador. Mbappé, la estrella gala, sumará dos entorchados cuando aún no ha cumplido los 24 años y se acercará a los tres títulos de Pelé. Y Marcus Thuram, que tuvo una actuación clave en la semifinal frente a Marruecos, firmará otro hito si su selección triunfa: es hijo de Lilian Thuram, campeón con Francia en 1998. Nunca un padre y un hijo han ganado el Mundial. A Francia le sobran desafíos en Qatar. Para conseguirlos, eso sí, tendrá que pasar por encima de un rival, Argentina, que se siente con la deuda histórica y sentimental de darle a Messi el Mundial que su gigantesca trayectoria merece.
La memoria de este torneo deja claro que no es fácil ganar de forma consecutiva. Italia lo hizo en 1934 y 1938. Era otro mundo, previo a la II Guerra Mundial. El país estaba entonces bajo el yugo de Mussolini, que se tomó la cita deportiva como un misión patriótica. El lema 'vencer o morir' tuvo allí más sentido que nunca. Y los jugadores, con tal estímulo, ganaron para evitar el paredón. A Mussolini no le gustaba el fútbol, pero vio en él un altavoz para su propaganda. Se empeñó en organizar el Mundial de 1934. Y ordenó a su seleccionador, Vittorio Pozzo, que lo ganara. El técnico y la plantilla tragaron saliva.
En los cuartos de final se cruzaron con España, aquel equipo de Zamora y Lángara. Hasta siete futbolistas españoles acabaron lesionados. Los italianos jugaban como si hubieran ido a la guerra. En la final batieron a Checoslovaquia tras recibir en el descanso del partido un arenga del 'Duce'. Mussolini también utilizó el Mundial siguiente, el de 1938 disputado en Francia, para su campaña política. Los jugadores vestían de negro, como la fuerza paramilitar del partido fascista, y saludaban con el brazo en alto. Hungría fue su víctima en la final. Luego llegó la guerra de verdad.
El segundo doblete es obra de Brasil. De Pelé, el jugador perfecto, y de Garrincha, imprevisible hasta para su propio equipo. En 1958 levantaron el trofeo tras, dicen, la mejor final jamás disputada, aquel 5-2 ante Suecia. Y cuatro años después, en Chile y con Pelé lesionado, fue Garrincha, con una pierna acortada por al poliomielitis, y su genial regate, el que llevó al trono a la 'Canarinha'. Sin Pelé, mito mundial, Garrincha sería el gran mito brasileño. Fumador desde los diez años y luego bebedor compulsivo, una vez le preguntaron cuántos hijos tenía. «Once o doce», respondió. Dicen que fueron catorce... o más. Con Garrincha, Pelé, Didí y Amarildo, Brasil reinó en el mundo.
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Francia quiere emularles ahora con Griezmann y Mbappé. Su estilo es otro. Compacto. Sin preocuparse de poseer el balón. Prefieren sacarle rendimiento cuando lo tienen aunque lo tengan menos. La selección de Deschamps conserva cinco supervivientes del equipo que ganó en 2018: Lloris, Varane, Griezmann, Mbappé y Giroud. A Qatar vino sin los lesionados Pogba, Kanté y Nkunku. Ya en el Mundial causaron baja Benzema (Balón de Oro) y Lucas Hernández. Y en la semifinal frente a Marruecos no pudieron jugar, enfermos, Rabiot y Upamecano. Pese a tanto, ha parecido siempre el mismo equipo que se ha adueñado del fútbol mundial desde 1998. Le queda la valla argentina para repetir título y alcanzar en la carrera histórica a aquella Italia de Mussolini y a aquel Brasil de Pelé y Garrincha. Misión histórica.
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