Messi sonríe tras el triunfo argentino. Jewel Samad / AFP
Mundial de Qatar 2022

A Messi se le ve feliz

Es cierto que, a sus 35 años, el crack del PSG no es ya el futbolista arrasador de hace unos años en el Barça, pero muchas veces todavía lo sigue pareciendo

Martes, 13 de diciembre 2022, 23:02

Viéndole saltar al césped del estadio Lusail, fue inevitable pensar en la presión oceánica que Messi soporta en este Mundial. En primer lugar, la presión autoimpuesta. El rosarino es consciente de que se encuentra ante su última oportunidad de ganar un título que se ha ... convertido para él en una obsesión, como si de tanto escucharla hubiera acabado compartiendo esa opinión tan extendida: la de que, sin ese gran éxito en su palmarés, su extraordinaria carrera quedaría irreversiblemente coja y la comparación con Maradona no se sostendría. Y luego está la presión ajena, la ejercida por 45,8 millones de argentinos, es decir, por todos los habitantes de un país que en 1986, cuando murió Jorge Luis Borges, perdió quizá al único ciudadano libre de la pasión devastadora por el fútbol.

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Con esta carga sobre los hombros, sin duda una de las más pesadas que ha tenido que llevar nunca un jugador, Messi se presentó en Qatar, y había dudas sobre cuál sería su rendimiento. O al menos si éste alcanzaría para conducir a Argentina al título. Esto último todavía está por ver, pero el caso es que ya está a un solo paso del objetivo, del triunfo definitivo que le permitirá descansar en paz. Ayer Messi estuvo espectacular y eso que, pasado el cuarto de hora, cuando el tráfico del juego lo dirigían los croatas, se le vio tocándose varias veces el abductor de su muslo izquierdo. Es de suponer que, en esos momentos, a los 45,8 millones de argentinos antes citados se les congeló la sangre en las venas, pero fue una falsa alarma. Y tan falsa. Su ídolo tardó muy poco en despegar, marcó el 1-0 con un penalti perfecto y todo empezó a cambiar.

Es cierto que, a sus 35 años, el crack del PSG no es ya el futbolista arrasador de hace unos años en el Barça, pero muchas veces todavía lo sigue pareciendo. En esta Albiceleste, además, se le nota a gusto y su influencia moral parece mayor que nunca. Se vio ayer contra Croacia, que se condenó con dos graves errores defensivos casi seguidos pasada la media hora y ya no pudo levantar cabeza. Su última esperanza de entrar en el partido se la desbarató Messi en el minuto 69 con una de esas maniobras asombrosas que ya parecían propias de sus viejos tiempos. Se la lió a Gvardiol, uno de los centrales más prometedores del mundo, casi imposible de regatear, y se la dejó a Julián Álvarez para que hiciera el tercer gol, el segundo en la cuenta del joven delantero del Manchester City. Fue la jugada del partido y una escena memorable. De hacerse con ella un cuadro, podría titularse 'Messi alimentando a sus niños'.

El equipo de Scaloni salió con muchas precauciones, sin querer arriesgar. El centro del campo de la 'sahovnica', con Brozovic, Kovacic y Modric, empezó siendo superior, pero aun así ninguno de los dos equipos conseguía dar profundidad a su juego. Si algo llamaba la atención de los albicelestes era su intensidad, una entrega rabiosa que no sólo estaba vinculada al hecho de que en Qatar están jugando casi como locales -su dominio es abrumador en las gradas-, sino a un espíritu colectivo en el que se advierte, además de la contrastada naturaleza competitiva de los argentinos incluso jugando a la petanca, una especie de homenaje implícito a su gran líder. Es como si los compañeros de Messi se hubieran conjurado también para dejarse la vida por él, para no fallarle en su última aventura en busca del tesoro de la Copa del Mundo.

El caso es que Scaloni dispone de un equipo incansable, tenaz, siempre afilado y con mucho oficio. Verles trabajar a futbolistas como Julián Álvarez, Enzo Hernández, Mc Allister, De Paul o Paredes, por citar a unos pocos, produce hasta cansancio. Tras el susto enorme que se llevó en su estreno ante Arabia Saudí, la 'scaloneta' ha acabado apareciendo de nuevo. Vuelve a ser la selección sólida y poderosa que se impuso en la última Copa América y llegó a estar 36 partidos consecutivos sin conocer la derrota. De ello, por supuesto, tuvo mucha culpa Messi, concretamente un Messi feliz como el que se vio ayer. Y eso son palabras mayores.

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